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Seguramente, en el grupo de tus amigos o familiares hay un chico o chica que entra en un colegio privado. Decís que se hace el cheto porque pensás que utiliza su uniforme para purear y sus padres gastan mucha plata en su educación. Te metés en la cabeza que, a veces, ni siquiera tiene ganas de saludarte porque, posiblemente, tiene vergüenza de que uno de sus compas del cole le vea hablando contigo.
Si estás en un colegio público, pensás que vos y tus compas son los más cachafaces del mundo. Les acusás a tus profes de no demostrar interés, ya que a veces se pasan plagueando y no desarrollan clases por culpa de tus compas. Se te viene a la cabeza que entraste en esa casa de estudios porque tu mejor amigo te iba a acompañar en todo momento; sin embargo, te hiciste kape de muchísimos más.
Por más que estés en uno de los prestigiosos colegios de tu ciudad, ya sea público o privado, hay varias instituciones del interior del país que apenas tienen un ventilador o, por causa de la escasa infraestructura, los alumnos de diversos cursos deben compartir aulas. Estas comunidades educativas están abandonadas por el desinterés de las autoridades y el nulo apoyo del Estado.
Por otro lado, la mayoría de las instituciones privadas cuentan con equipamiento pedagógico necesario para brindar a los alumnos una educación de calidad. El dinero de las cuotas se convierte en comodidades para la educación de los alumnos: Wi-fi gratis, una amplia biblioteca, aire acondicionado en las aulas, pupitres en buen estado y, si tenés suerte, contás con tu propio casillero personal, igual que en las pelis.
No importa si entrás en un colegio chuchi o kañy; depende de cada uno encontrar oportunidades para sobresalir. Así como las notas no hacen al alumno, la casa de estudios tampoco. Podés, con todas las ganas, aprender debajo de la sombra de un mango o con el aire acondicionado prendido.
Lo mejor es sentirte orgulloso de tus logros; no hace falta que vayas a un colegio “chuchi” para aprender mejor. Los libros son los que te abren la mente y las mensualidades que pagás rompen más los agujeros del bolsillo. No te debe interesar cómo te califican los demás de acuerdo a qué colegio entrás. Lo único que realmente importa es que encuentres tu propio camino para aprender y progresar.
Por José Peralta (18 años)