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Estás en la fila del súper, tu carrito rebosa de cosas; sos el próximo en ser atendido. Al mirar atrás, ves a una embarazada con una bolsa pequeña de galletas. Es la oportunidad perfecta para que tu yo cortés salga a la luz, pero preferís hacerte del bobo que no vio nada, porque “pff, ni bollo”.
Últimamente, ser cortés dejó de ser prioridad a la hora de convivir con las personas. Cada vez, son más los jóvenes que viven a lo apurado y solo piensan en sus propias vidas, por lo que ayudar a otros se convirtió en una pérdida de tiempo.
La frase “ni ahí estoy por nadie” es la que más se lleva a la práctica al momento de relacionarse con otros adolescentes. El egoísmo va ganando territorio y la cortesía pide a gritos que alguien la ayude a no desaparecer en la historia.
“Poné siempre en práctica los buenos modales, che memby, esa es tu mejor carta de presentación”, suele ser la sabia frase de mamá que muchos chicos hacen caso omiso. Con cosas tan sencillas como responder un saludo, dar las gracias y hacer una petición acompañada de un “por favor”, sumás muchísimos puntos a tu favor.
Sin embargo, están esos jóvenes que son súper buena onda contigo pero que, ¡sorpresa!, solo querían sacar provecho de vos. Ser amable y atento con los demás debería salir del corazón y no basarse en conseguir favores o intereses.
Sacá tu lado generoso y respondé un saludo con una gran sonrisa. Si observás que una persona necesita ayuda, no te limites a aplicarle el “lente hũ”, ya que el día de mañana puede que seas vos quien requiera el auxilio de alguien. Hoy hacé vos por otro lo que te gustaría que te hagan a vos mañana.
Por Rocío Ríos (18 años)