Antes del ingreso, la ansiedad y el temor acosan a los cursillistas

Como si fueran acompañantes infaltables, el miedo y la ansiedad se apoderan de la mente del joven, a días de su examen de ingreso. Tratando de pasar las pruebas, el estudiante lucha en una contienda en la que rivalizan la presión y la paz mental.

Como si fueran acompañantes infaltables, el miedo y la ansiedad se apoderan de la mente del joven, a días de su examen de ingreso.
Como si fueran acompañantes infaltables, el miedo y la ansiedad se apoderan de la mente del joven, a días de su examen de ingreso.

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Los nervios nunca son buenos consejeros, más aún cuando una actividad importante requiere de nuestra concentración total. Estos malos asesores acechan a quienes están a un paso de los exámenes de ingreso, pues el nerviosismo y la ansiedad comenzaron un trabajo en conjunto, en el que dar tregua a la mente cansada del cursillista no es una opción.

Inevitablemente permitimos a esa sensación de pánico entrar y alborotar todas nuestras ideas pues, sin proponernos, proyectamos el porvenir en un pedazo de papel. De esta manera, enfocados en lograr el total de puntos, las distracciones nos parecen más perjudiciales que necesarias y reducir las horas de sueño no se ven como una mala idea, ya que queremos conseguir nuestro objetivo principal: ingresar.

De mañana, repaso de historia; al mediodía toca alimentarse un poco, para pasar a la tarde y seguir con matemáticas y literatura, esto sin mencionar las actividades ajenas al plan de estudio, que nos obligan a realizar malabares con nuestros horarios diarios. Así, sin darnos cuenta, encontramos una fiel compañía en ese estrés constante, que se niega a alejarse y otorgarnos el respiro necesario para leer unas páginas más sin sentir un cansancio mental.

¿De dónde salió toda esa mezcla de emociones que, de lunes a viernes, nos hacen sentir como en una montaña rusa? Nuestro interior se convirtió en un ring para la confianza que, ya vapuleada y en desventaja, aún desafía al miedo y la ansiedad.

Estudiamos día y noche, con pocos lapsos de descanso y un nerviosismo persistente hasta en nuestras limitadas horas de sueño, viéndonos obligados a construir una fortaleza emocional de la que nunca nos hablaron y, por ende, no parecía importante. Ahora, entre fechas interminables de historia, funciones del sistema nervioso y pensamientos socráticos que debemos aprender, solo nos gustaría tener la suficiente estabilidad para marcar las opciones correctas en un pedazo de papel.

La cantidad de respuestas correctas en una hoja no determina tu futuro, aunque la crisis existencial previa al examen de ingreso diga lo contrario. En lugar de ahogarnos en un vaso de agua, aceptemos nuestras propias capacidades y esperemos, sin miedos o presiones, el resultado que fuese, ya que primero viene nuestra paz mental y luego está el resto.

Por Macarena Duarte (18 años)

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