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En un contexto sociocultural en el que los niños aprenden a valorar la agresividad como una muestra de fortaleza, es de esperarse que los pequeños se conviertan en jóvenes influenciables quienes, por temor a ser percibidos como “maricones” y recibir el rechazo de su grupo de amigos, son capaces de arriesgar su integridad física en peleas, ante la más insignificante provocación. Por este motivo, las riñas entre pares resultan bastante comunes en nuestro entorno juvenil.
No obstante, los típicos “moquetes mano a mano” ya no representan la única modalidad de enfrenamiento, ya que las patotas que eligen a una sola víctima para iniciar una riña dispareja forman parte de una moda reciente. En escenas de extrema violencia, varios jóvenes se enfrentan a una sola persona para arreglar malentendidos o, en el peor de los casos, inician grescas con el único fin de divertirse.
A pesar de ser prejuiciosamente vinculada a status sociales menos privilegiados, la violencia desmedida no distingue edades ni clases sociales y las acciones que derivan de ella casi siempre desembocan en desafortunados descenlaces. En nuestro país también se vieron reflejadas las consecuencias de esta moda que puede llegar a ser letal; hace dos años, se desintegró el conflictivo grupo “La Camorra”, luego de que tres de sus líderes fueran condenados por propiciar una brutal golpiza y asaltar a un chico que salía de una fiesta.
La Camorra estaba compuesta por jóvenes de clase media-alta que robaban y golpeaban a personas elegidas al azar sin ningún motivo distinto a divertirse. Los miembros de este grupo delictivo atacaban en patota a una sola víctima, a quien luego de la golpiza arrebataban alguna de sus pertenencias para guardarlas como trofeo.
Igualmente, en el 2018 un chico de 19 años fue asesinado por una turba fuera de un local nocturno en Caaguazú. Según fuentes policiales, no existen datos concretos acerca del número de incidentes violentos propiciados por grupos delictivos juveniles en lugares públicos o sitios nocturnos, puesto que pocas veces las situaciones de este tipo son denunciadas en las comisarías.
DIEZ AGRESORES APAGARON UNA JOVEN VIDA
“Negro de mierda” fue la última frase dirigida a Fernando Báez Sosa, mientras yacía en el piso tras ser brutalmente golpeado por una patota asesina, según un testigo del hecho, después de haber manchado accidentalmente la ropa de uno de sus victimarios con vino. Una noche de diversión y baile en un local nocturno se tiñó de sangre a causa de una violenta gresca, pues diez presuntos agresores, que conformaban el mismo equipo de rugby, y una patada mortal en la cabeza apagaron esta joven vida en la ciudad veraniega de Villa Gessel, Argentina.
En lo que va del año, el lamentable caso ocurrido en Villa Gessel, que costó la vida de un joven hijo de paraguayos, no fue el único hecho violento protagonizado por una patota de chicos agresivos del vecino país: este lunes, un joven de Santiago del Estero denunció que dos rugbiers lo golpearon brutalmente a la salida de un boliche. Las redes sociales explotaron de comentarios, pues como en el asesinato de Fernando Baéz, los protagonistas del hecho punible practicaban este deporte caracterizado por el uso de la fuerza física.
Asimismo, en las últimas semanas se hicieron públicas las denuncias de chicas que fueron fotografiadas sin consentimiento durante encuentros sexuales con jugadores de un club argentino de rugby. Tanto el exceso del consumo de bebidas alcohólicas en locales nocturnos como el estigma social que pesa sobre los rugbistas en el país vecino, a causa de que los mismos han protagonizado numerosos casos polémicos en los últimos años, son escenarios de una problemática que, aparentemente, responde a factores sistemáticos.
No obstante, para divisar con claridad este preocupante panorama, vale la pena sacarnos las vendas que los prejuicios posan sobre nuestros ojos. En lugar de realizar juicios a priori, es preciso llevar a cabo el ejercicio mental de preguntar: ¿pasarse de tragos o practicar un deporte de contacto realmente constituyen razones válidas para que un joven “muela a palos” a alguien o esta moda letal encuentra sus raíces en fenómenos más profundos?
MACHISMO, RUGBY Y VIOLENCIA: EL DEBATE EN REDES
Abusos sexuales, bautismos y peleas bolicheras conforman el microclima del rugby argentino, según denunció en un hilo de Twitter Julián Princic, exjugador de esta disciplina y productor de contenidos digitales en un medio deportivo de la nación vecina.
“Pensaba que era un cobarde por no animarme a pegarle a otra persona”, recuerda Princic en sus redes sociales. Asimismo, el exjugador menciona en su relato que atestiguó abusos como palizas atroces a chicos desnudos, a quienes insertaban objetos en el recto; estas “tradiciones” formaban parte de los ritos de bautismo.
Igualmente, “lo que terminan generando es masculinidad tóxica. Machos listos para saltar”, mencionó al respecto Martín Mazalán, otro exjugador de esta disciplina. Martín concluye su mensaje opinando que el problema no radica en el deporte del rugby, sino en el machismo que obliga a los hombres resistir todo tipo de violencias: “En una sociedad con estos problemas, dale a un grupo de chicos las ventajas físicas que el rugby te brinda y ahí tenés el cóctel”.
Por otro lado, “el alcohol pone violentos a los jóvenes” fue la frase que internautas eligieron para acompañar videos y memes virales de personas en fiestas bailando sobre mesas, durmiendo, cantando, demostrando cariño, etc, con el fin de criticar a quienes justificaron el actuar de la patota asesina de Villa Gessel, argumentando que el exceso de bebidas volvió agresivo al grupo de rugbiers.
SIEMBRA VIOLENCIA Y COSECHARÁS TRAGEDIAS
“Considerar que el alcohol motivó la conducta agresiva extrema de este grupo de jóvenes sería engañarnos enormemente. Si bien el alcohol podría desinhibir ciertas funciones psicológicas, lo que podemos ver en el caso del joven Fernando es una conducta que no solo manifestó los efectos del alcohol, sino también la cultura violenta”, opina el psicólogo Carlos Viera.
Teniendo en cuenta que, a nivel local, un factor común de las peleas grupales es la participación de varones jóvenes, Viera considera que casos de este tipo encuentran sus raíces en rasgos culturales como el machismo. Asimismo, el profesional sostiene que “podríamos hablar de aspectos psicológicos que expliquen desde la genética la tendencia violenta del hombre o la mujer, pero ello implicaría desatender el papel esencial de la cultura y, a su vez, esto significa distraernos de lo que realmente necesitamos intervenir: la cultura de la violencia”.
El psicólogo también menciona que el ser humano, por su cualidad social, siempre tenderá a formar parte de algún grupo: “por lo general, se busca un entorno en el que se encuentran características similares a uno entre sus integrantes”. Por ello, el licenciado explica que un joven podría verse fuertemente influenciado por los miembros de su círculo social, llegando incluso a participar en hechos violentos.
PELEAS ESCOLARES TRASCIENDEN LAS AULAS
Ante el hecho de que numerosos enfrentamientos juveniles se desarrollan en encuentros como fiestas de colegio, la directora general de Promoción y Protección de los Derechos de la Niñez del Ministerio de Educación (MEC), Sonia Escauriza, argumenta que, en caso de que estos eventos se realicen fuera del centro educativo, los alumnos tienen prohibido utilizar el nombre de la institución. Además, la directora general explica que lo que acontece en dichas reuniones fuera del ámbito escolar queda en exclusiva responsabilidad de los padres o tutores.
En el caso de que un joven se encuentre involucrado en hechos violentos, junto a compañeros de aula, según la directora, los castigos aplicados dependen de las normas de convivencia de cada institución. Del mismo modo, puesto que muchas enemistades entre chicos inician en el ámbito educativo, la vocera del MEC sostiene que el ministerio trabaja constantemente para prevenir la violencia escolar.
No obstante, Sonia refiere que, a pesar de las medidas adoptadas por el MEC, “muchas veces los padres no acompañan la formación de valores y este trabajo es responsabilidad de todos los adultos que se encuentran alrededor de un niño, niña o adolescente”.
Los padres de familia deberían prestar mucha atención a esta nueva modalidad de acciones violentas por parte de barras juveniles, siguiendo el antiguo consejo de que es mejor prevenir que curar.
Reportaje de Agustina Vallena (20 años)