Mucha palabrería de autoridades maquilla y oculta nuestra realidad

Con promesas engatusadoras que venden un mundo ideal, la palabrería maquilla la realidad con simples discursos. Hoy en día, esas son características de la gestión de nuestras autoridades que se sustentan en un sinfín de palabras y escasas acciones.

El hecho de que el 24% de la población se encuentra en situación de pobreza, de acuerdo a la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos, deja al descubierto el vacío de las palabras empecinadas en demostrar una realidad diferente.
El hecho de que el 24% de la población se encuentra en situación de pobreza, de acuerdo a la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos, deja al descubierto el vacío de las palabras empecinadas en demostrar una realidad diferente.ABC Color

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Los hechos son tan importantes como las palabras y, muchas veces, necesitamos más obras concretas que discursos bien planteados. “Caiga quien caiga” y “mi compromiso es firme en combatir la corrupción e impunidad” son un claro ejemplo de frases del presidente Mario Abdo Benítez que llenaron de esperanza a varias personas, pero están muy alejadas de la realidad. Esto muestra la inutilidad de un par de palabras, cuando no traen consigo una serie de acciones.

Las palabras tienen un gran poder: logran tranquilizarnos cuando la ansiedad toma las riendas de la cotidianidad y también nos dan esperanzas cuando vemos más fallos que logros a nuestro alrededor. Dada esta positiva influencia, cuando las expresiones vienen acompañadas de acciones, se fortalecen aún más esas ideas planteadas, permitiendo que el viento no se las lleve e impidiendo que las promesas queden como un simple eco.

De esta manera, la palabrería bien desarrollada puede crear un mundo de ilusión para las personas, en donde todo se encuentra perfectamente bien y los problemas parecen estar muy alejados como para alterar la vida feliz prometida. No obstante, tarde o temprano, la realidad decide hacer una visita sorpresa a nuestro mundo ideal, dándonos una gran golpiza al demostrar los dramas que aquejan en la actualidad y se tratan de esconder bajo el oportuno manto de las falsas promesas de un cambio inminente.

Innegables verdades que oscurecen el porvenir de nuestra nación quedan en segundo plano para muchos y, más aún, para nuestro Presidente, quien trata de pintar un país diferente a través de palabras alejadas de lo real. “Paraguay sigue siendo una isla de paz y prosperidad, a pesar de los desafíos que podamos tener”, afirmó Abdo Benítez en una visita hecha a una localidad del Chaco, dando paso a un gran interrogante: ¿podemos apreciar esas declaraciones como características principales de nuestra tierra guaraní?

Nuestro país se enfrenta a un sinfín de realidades poco agradables que se maquillan con una dosis de promesas y un discurso acerca de nuestro potencial. El déficit presupuestario, que tira por el suelo a la Ley de Responsabilidad Fiscal, y el hecho de que el 24% de la población se encuentra en situación de pobreza, de acuerdo a la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos, echan por la borda una posible mejoría y dejan al descubierto el vacío de las palabras empecinadas en demostrar una realidad diferente.

La palabrería está inevitablemente acompañada de un fallido intento de vendernos situaciones sacadas de un cuento de hadas. Sin embargo, una cosa es tener fe en un porvenir más favorable y otra dejarnos engatusar por irrealidades que nos aseguran nuestro bienestar, mientras el alrededor se cae a pedazos.

Lejos de vivir en una paradisíaca “isla de prosperidad”, subsistimos en una tierra de nadie en donde, como afirmó el escritor uruguayo Eduardo Galeano, “las palabras y los hechos se cruzan en la calle, pero no se saludan porque no se reconocen”.

Por Macarena Duarte (17 años)

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