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El último mes del año ya llega, los personajes del pesebre comienzan su caravana navideña en los hogares y las cigarras cantan su ruidoso villancico. En este contexto, tanto la tranquilidad de las vacaciones como la cercanía del aguinaldo acompañan la alegría del cierre de una etapa.
Cada quien vive este momento del año como su corazón lo indica: aquellos que creen en un ser supremo se congregan en iglesias para intentar un renacimiento espiritual, y los que no tienen esta tradición se reúnen en la casa de los abuelos para reencontrarse con familiares lejanos. Sin embargo, el personaje que se lleva más atención es el frenesí de las compras pues, en este mes, la ropa nueva, los juguetes caros, los aparatos electrónicos y la comida gourmet son las estrellas de las festividades.
De esta manera, una noche que promete impregnar de paz y amor el corazón de la humanidad, parece desprenderse de propósitos familiares y abrazarse a un persistente consumismo. El ansiado aguinaldo permanece unos instantes en el bolsillo, antes de transformarse en un juguete, una computadora, varios pares de prendas y kilos de comida para abastecer a un batallón.
Entre excesos que duran dos días y acaban antes que las vacaciones, enero se convierte en el mes más seco y no precisamente por la ausencia de lluvias o el aumento del calor. Las jornadas del primer mes del año parecen estirarse como gomas para aquellos que sostienen la casa quienes, aunque aprecien las vacaciones, en este punto comienzan a necesitar el acostumbrado sueldo.
No se trata de ser un grinch y pasar las fiestas con cara de amargado, esperando no gastar un guaraní, sino de darle la importancia necesaria a la compañía humana y no idolatrar, de buenas a primeras, los objetos materiales. Así, tal vez, el aguinaldo podría durar unos días más y enero no sería el mes más largo del año.
Los arreglos de la casa, tu comida favorita y la renovación del guardarropas nunca caen mal, pero no debés olvidarte de las personas que esta Navidad estarán a tu lado, pues los momentos que puedas vivir con ellas son, en realidad, la razón de la gratificante Nochebuena. Ni mil fotos en Instagram sonriendo valen tanto como las charlas en la mesa familiar e, incluso, las molestas preguntas de la tía.
Por Belén Cuevas (17 años)