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Antes de la creación de Internet, el término “red” evocaba la imagen de una interconexión de hilos con grandes agujeros utilizada para jugar vóley y, ahora, parece un sinónimo de Google o Facebook. De esta manera, las palabras evolucionan, cambian y se adaptan a las nuevas necesidades lingüísticas de la sociedad.
En algún momento habrás escuchado a tu mamá decir “che mborrenega”, para expresar que la estás haciendo enojar. Originalmente, la palabra renegado aludía a alguien que abandona un conjunto al que pertenece, como su partido político, ciudad, religión o familia, pero el guaraní presta este vocablo y lo convierte en uno relativo al enfado.
Aunque es común decir “nunca jamás” para hacer énfasis en que algo no será realizado en el futuro, la segunda palabra de la expresión significaba exactamente lo contrario. “Jamás” constituye un vocablo latino que, siglos atrás, era utilizado para expresar que una situación perdurará por el resto de la eternidad: el término significa “siempre” o “para siempre”.
Desde hace mucho tiempo, el vocablo “sofisticado” se utiliza para hacer referencia a cualidades que denotan la elegancia de un objeto o una persona. Sin embargo, el significado original del término se aleja notablemente del que le damos en el hablar cotidiano; esta palabra deriva de “sofisma”, que significa mentira, por ende, el término se relacionaba con lo engañoso.
Por otra parte, un “semáforo” no siempre hizo referencia al aparato electrónico que actualmente es tan ignorado por los conductores con prisa. Inicialmente, el vocablo se utilizaba en zoología para designar un grupo de luciérnagas y posteriormente se denominó de esta manera a las torres desde las que se transmitían mensajes o señales, hasta llegar a lo que actualmente entendemos por “semáforo”.
Pese a que los extranjeros siempre estén rodeados de un aura de misterio, propia de la diferencia cultural, lo último que uno piensa es que los mismos provienen de otro planeta. Así pues, hasta hace relativamente poco tiempo, los términos “alien” o “alienígena” solo implicaban que alguien se encontraba en carácter de forastero en un lugar y no precisamente que habían llegado de Mercurio.
Cuando una persona no siente el menor remordimiento por ocultar cosas o defender mentiras, la frase “¡qué cínico!” aparece en la mente; en la Grecia de los primeros filósofos, esto era totalmente distinto. El cinismo constituyó una corriente del pensamiento caracterizada por la aversión a las posesiones materiales; el vocablo está relacionado a la palabra “perro” y se designó a este grupo intelectual a causa de las condiciones inhumanas a las que se sometían voluntariamente estas personas.
Utilizar las nuevas acepciones de términos antiguos no es un error, pues nuestra comunicación experimenta modificaciones en la medida en que se necesita nombrar nuevas cosas. Por ende, resulta difícil no maravillarse ante la capacidad de crear cada vez más palabras, transformarlas o agregarles nuevos significados y, al mismo tiempo, nace la interrogante de qué vocablos sufrirán una metamorfosis en el futuro.
Por Belén Cuevas (17 años)