El edificio es enorme; por dentro, fácilmente uno puede extraviarse debido a la gran cantidad de pasillos y dependencias que posee. Así al menos lo denotan las nueve salas de internación, cada una con sus respectivos sanitarios; los bloques para adultos y pediatría, cada uno de ellos con sus respectivas salas de recepción y acogida; numerosos consultorios y áreas específicas destinadas a las cirugías.
Se pueden ver además bloques para la cocina, lavandería, comedor para pacientes y personal de blanco, otro para los familiares de los enfermos, salones para conferencias y charlas; en fin, posee toda la infraestructura edilicia acorde para que funcione un hospital.
Sin embargo, se entiende que el funcionamiento de un nosocomio no depende solo de la parte relacionada al edificio en sí, ya que luego está, tal vez, la parte más importante: equipar la nueva estructura y, por sobre todo, contratar a los médicos especialistas que trabajarán en el lugar. Solo allí comenzará a darse de manera correcta la funcionalidad a favor de los pacientes.
Entonces es allí donde se estará tropezando para tratar de dar vida al nuevo Hospital Regional de Fuerte Olimpo, atendiendo lo difícil que será esperar que el Estado paraguayo primeramente proceda a equiparlo y luego, desde el Ministerio de Salud, se incentive económicamente la venida de los nuevos profesionales.
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Si no se realizan los siguientes pasos en la nueva obra, entonces la construcción solo será un enorme cascarón, o un elefante blanco, como lo definiera monseñor Gabriel Escobar, obispo del Vicariato Apostólico del Chaco Paraguayo, quien pedía anticipadamente al Gobierno Nacional contratar a los médicos especialistas, pero antes equipar el moderno edificio. Solo así se podrá dar una gran solución a la precariedad sanitaria del Alto Paraguay.
Se tuvieron que esperar cuatro años para que pueda finalizar la tan ansiada obra. Ojalá que no se tenga que esperar otros largos años para que en verdad pueda funcionar, ya que si se pretende trabajar con el mismo sistema del viejo hospital, con escasa infraestructura y nulos especialistas, entonces solo será una simple mudanza, y la enorme obra “un hospital vacío que no cura”.
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