El dato adquiere relevancia cuando traigo a mi memoria lo que nos había explicado Laura Lou del Ministerio de Exteriores del país: La pequeña isla de Taiwán tiene seiscientos mil millones de dólares de reserva de divisas y una deuda externa de apenas US$ 21 mil millones.
El ITRI es una parte de la explicación. “Conectamos academia, industria y gobierno para que empresas puedan competir globalmente” nos precisó Javier. Treinta y cuatro mil patentes registradas para ayudar a las compañías taiwanesas y protegerlas.
El presidente del ITRI, Pei Zen Chang, comentó el caso de los semiconductores: Taiwán es el segundo mayor productor del mundo, ciento sesenta seis mil millones de dólares vendidos en 2024.
“No es solo la isla de los chips… Es crear clústers geográficos de compañías en los que se va desde el diseño hasta producto final. Acelera la innovación, la productividad. Hay 41 multinacionales como “Nvidia”, “Google” instaladas en estos clústers, lo que fortalece colaboración internacional de Taiwán” (el valor de bolsa de Nvidia es igual a la suma de los PIB de Francia más Reino Unido), aunque para venir imponen su agenda del Foro Económico Mundial (globalismo), como lo de las “energías verdes”, aunque como “la energía es clave” nos admitió el presidente Chang, sólo “alrededor del 15%” de la proveída por Taiwán es “verde”.
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En Hsinshu nos confirmaron que empresas como Apple y Nvidia imponen el tema climático (“net zero”): “Si uno quiere trabajar con ellos, debe adaptarse a ellos” (lo mismo que la Unión Europea con su R1115 sobre Paraguay).
En Taiwán reconocen que con “energías verdes” y sobrecostos para reducir las “emisiones de carbono” no van a poder sostener ni el crecimiento, ni la competencia, de las industrias de inteligencia artificial ni de semiconductores. Una de las vicedirectoras del TMCS admitió que es una cuestión política.
“Es costoso… pero es una meta para 2050”.
Aunque se agregan costos que afectan la competitividad de producir en Taiwán, los taiwaneses esperan aprovechar por un tiempo la ventaja que ahora tienen sobre China, que de momento tiene unos diez años de atraso con respecto a la isla en semiconductores.
Pero el costo no sólo es en competitividad. Es también en derechos. El bombardeo con el tema climático es agobiante en Taiwán: En el hotel las certificaciones “verdes” se promueven en cada habitación, para obtener créditos subsidiados primero y para no ser directamente excluidos del sistema financiero y del sistema de contratos públicos. En la red extorsiva que usan los globalistas.
Acá también desde 1996, una ley de pueblos aborígenes impone privilegios para ellos con el estándar DEI (“diversidad, equidad, inclusión”), con 6 escaños-cupo para ellos en el Parlamento. Todas estas políticas son “bipartidistas”, porque en Taiwán como en el resto del mundo el globalismo infiltra todo: La nueva ley básica de migraciones y, como nos informaron en el Instituto de Investigación por la Defensa Nacional y Seguridad y en el Centro de Ciberseguridad, la entrega de la “lucha contra la desinformación” (eufemismo globalista para la censura) a organizaciones no gubernamentales hasta el punto en que Taiwán, según los taiwaneses, es uno de seis casos emblemáticos estudiados por la Unión Europea.
Los partidos que se suceden en el gobierno de Taiwán estiman que este costo está justificado por los beneficios. No comparto el criterio, porque los que gua’ú ayudan a Taiwán no mitigaron, ni mucho menos redujeron, el aislamiento internacional por cuyo combate la isla hace todo este sacrificio.
evp@abc.com.py