La lealtad a los demás suele durar lo que dura el dinero que la motivó o el poder que propició. En esto, los colorados son expertos y los liberales cursan hoy el masterado. Con las excepciones que destacar.
De ciertos partidos y movimientos pequeños, ni hablar. Están habitados por saltimbanquis cuyo olfato les brinda la capacidad de percibir dónde está el zoquete, para dirigir hacia ahí su oportuna lealtad. Nuestro Congreso lo prueba.
Un jefe no muy sagaz, cuyo poder se basa excesivamente en las dádivas que reparte, está expuesto constantemente a la traición. Más aún cuando se equivoca y aparecen las rebeliones en su granja.
El cartismo será —en este tiempo de reacomodos— campo propicio para observar el eventual juego de “hoy un juramento, mañana una traición”, como dice aquel tango cantado por Gardel.
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Cartes fue el responsable de la paparruchada colorada de CDE, donde impuso como candidato a un hombre del archienemigo Abdo y permitió que Javier Zacarías apareciera como tendota en la campaña. Eso demostró que la debilidad mayor de Horacio Cartes es él mismo y que la debilidad intrínseca de su movimiento es la falta casi absoluta de cuadros y candidatos decorosos ante una sociedad que pudiera exigir gente presentable.
Es que para jefes autocráticos —según el punzante criterio del mexicano Baltasar Dromundo— “Es mejor trabajar rodeado de micos, analfabetos e improvisados”, pero obedientes. El drama se presenta cuando las exigencias electorales aumentan.
“Cartes está furioso porque su poder comienza a ser cuestionado”, señaló alguien que ronda a quienes rondan el Quincho.
Tras el derrape esteño surgió para el cartismo el dilema de la candidatura municipal del movimiento en Asunción. No debían errar y había casi nada. Aparecieron los especuladores del futuro. Asunción es un botín que aportará para el 2028. En el cartismo comienza a agitarse el avispero para esas presidenciales.
Para las municipales emergió Camilo Pérez, diz que de la mano de Raúl Latorre, que trata de convencer a las seccionales capitalinas para que lo acepten. Latorre está tras la candidatura de 2028, pues el candidato original de Cartes, Pedro Alliana, tiene menos posibilidades de ganar unas generales que Guaraní de ganar la Libertadores.
A los seccionaleros les interesan poco el candidato y la suerte de Asunción. Ellos preguntan qué les darán por su lealtad. Estos son los tiempos aptos para venderse bien. En la contracara cartista, la disidencia presenta un candidato anodino que no hace presagiar ningún cambio para bien en el manejo comunal.
Si los colorados ganan, Asunción seguirá padeciendo. El intendente podrá tener las mejores intenciones, pero si no prioriza las exigencias de quienes lo promovieron (negocios y cargos), será olímpicamente traicionado. El vicio de la prebenda infestó a la dirigencia.
Amores de correlí, flores de un día son. Gracias, Gardel.
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