El bombeo se paralizó y el ciudadano que estaba al día con sus dos facturas (luz y agua) terminó siendo, una vez más, el pato de la boda.
Lo peor no es la deuda en sí. Todos sabemos que la ESSAP arrastra problemas estructurales de hace 15 años, que factura poco, que pierde agua por todos lados y que el propio Estado le debe US$ 36 millones (según reconoció el presidente de la empresa, Luis Fernando Bernal, en ABC Cardinal). Lo escandaloso es el método elegido para “cobrar”: cortar la luz a una prestadora de servicio esencial, sabiendo perfectamente que el daño colateral sería masivo e inmediato.
Nadie en la ANDE puede hacerse el tonto. Los ingenieros saben que sin electricidad no hay bombeo, no hay presión, no hay agua en las canillas. Cortarle a la ESSAP no es lo mismo que cortarle a una seccional colorada o a una fábrica de ladrillos, es tomar de rehén a la población para mandarle un mensaje político a un precandidato (Bernal, para la Municipalidad de Asunción) o, peor todavía, para dirimir diferencias internas del oficialismo.
Y el presidente Santiago Peña se enteró del problema 24 horas después, cuando ya era tapa de todos los diarios y las redes ardían de enojo. Tuvo que convocar de urgencia a los presidentes de ANDE y ESSAP, “retarlos” (según trascendidos) y recordarles que “el ciudadano debe ser la prioridad”.
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Este episodio nos hace preguntarnos si el Presidente de la República tiene el timón del país. Si dos funcionarios de segundo o tercer nivel pueden paralizar un servicio básico sin que el jefe de Estado se entere, estamos ante una crisis de liderazgo mayúsculo. No es un tema menor de contrataciones o de una licitación de anfiteatro en San Bernardino (donde, curiosamente, el Gobierno sí mete la nariz hasta el fondo). Aquí se jugó con un derecho humano elemental.
El oficialismo, por su parte, no tiene empacho en usar a la gente como carne de cañón para sus internas. Porque nadie cree que la ANDE decidió sola y por arte de magia cortar la luz justo en plena precampaña municipal. Había un precandidato que molestaba y había que bajarle el precio, aunque fuera a costa de que la gente se bañara con palangana.
Y nadie pagó políticamente. Nadie renunció. Nadie fue removido. El Presidente Peña podrá haber “retado fuerte” en privado, pero en público todo quedó en la nada. El mensaje que queda es clarísimo: en este Paraguay se puede dejar sin agua a las personas para ajustar cuentas internas y salir impune.
Lo más irónico es que hablamos del mismo bolsillo. La deuda de ESSAP con ANDE y la deuda del Estado con ESSAP son movimientos contables entre empresas públicas. El gobierno podría sentar a ambas partes, compensar deudas, hacer un plan de pago serio y terminar con esta novela de 15 años. Pero es más fácil y más “efectivo” (políticamente hablando) apagar la luz y dejar que la gente grite.
Nicanor Duarte Frutos criticó duramente a Peña diciendo que el Presidente no se hace respetar y Peña debería ponerse firme para actuar antes y no permitir que se tome de rehén a la ciudadanía para dirimir peleas de camarilla.
El agua no puede ser moneda de cambio político. Nunca más.
smoreno@abc.com.py