El día en que dejemos de tener miedo

Imaginemos una adolescente que pueda volver diariamente de la escuela sin mirar permanentemente hacia atrás, una mujer opinando sin ser interrumpida, una niña soñando sin límites ni temores...

Para que este sueño de un mundo sin violencia se convierta en realidad, necesitamos emprender un viaje transformador que remueva los cimientos de creencias y comportamientos personales y colectivos que sostienen la violencia, para así dar lugar a la construcción de una cultura que promueva la equidad y los derechos de cada persona.

La violencia de género es un obstáculo que ahoga el potencial de mujeres, adolescentes y niñas y no siempre deja marcas visibles. Se puede esconder en una contraseña robada, en el control del dinero, en la cruel decisión de no denunciar para poder alimentar a los hijos, entre muchas otras formas. De hecho, continúa siendo una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas y generalizadas, constatándose a nivel global que casi una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física y/o sexual alguna vez en su vida. Esto se debe en parte a la manera en que se transmite, se aprende, se tolera y se perpetúa.

Lo podemos evidenciar claramente en los datos que arroja en Paraguay la Encuesta sobre la Situación de la Mujer (2021), que ha constatado que de las mujeres que han vivido violencia física o psicológica en el ámbito familiar antes de los 18 años, la gran mayoría, el 89,1%, ha sufrido también al menos un tipo de violencia después de los 18 años, en ámbitos privados y/o públicos .

Esta problemática no solo limita su desarrollo personal, sino que también las priva de oportunidades educativas y laborales, las expone a uniones tempranas y a la falta de autonomía. Para el Paraguay, según un estudio del Ministerio de la Mujer y la GIZ (2018), el impacto económico para las mujeres y el Estado ronda los 1.500 millones de dólares: 5,12 % del Producto Interno Bruto (PIB). Una cifra que refleja que cuando las mujeres son violentadas, todo su entorno y la sociedad se empobrece y debilita, no solo por pérdidas materiales, sino también por sueños truncados, talentos desperdiciados y vidas arrebatadas.

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Paraguay puede cambiar esta situación y está trabajando en ello. Precisa políticas públicas sólidas y sostenidas en el tiempo, pero también se necesita la complicidad de todos: familias y comunidades, sector privado, instituciones educativas, medios de comunicación, y cada persona que decida no callar. La formación técnica, el financiamiento efectivo y la voluntad política son pilares fundamentales en esta lucha que comprende prevención, abordaje y respuesta integral.

Se trata de reaprender a relacionarnos. De sustituir el control por el respeto, la indiferencia por el cuidado, el miedo por la confianza. De construir una cultura donde las mujeres rurales, urbanas, con discapacidad, indígenas o afrodescendientes, puedan crecer, trabajar, decidir y vivir sin miedo.

Noviembre, el mes en que conmemoramos el Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, nos recuerda que la violencia no es un asunto privado. Por el contrario, es una herida abierta que nos concierne a todos y que atraviesa generaciones, economías y sociedades. Una pandemia extendida, pero cada vez más visible, que nos compromete a trabajar, con coraje y empatía, para hacer realidad ese día en que dejemos de tener miedo.

*Representante Nacional del UNFPA, Fondo de Población de las Naciones Unidas

Dónde denunciar hechos de violencia contra la mujer

Si sos víctima o tenés conocimiento de un caso de violencia contra la mujer llamá al 137 “SOS mujer”. Tiene cobertura nacional las 24 horas, todos los días, y es gratuita.