Día del Teatro Paraguayo

También el teatro paraguayo debe tener un día de recordación. El 27 de marzo es el día mundial del teatro festejado por el Centro Paraguayo de Teatro (CEPATE) con masivas representaciones.

No sería excluyente –no tiene por qué serlo- que en otro día memoremos el teatro paraguayo que tiene una historia de éxitos y persecuciones. Nació bajo el signo de la cruz en las tolderías para alabar a Dios y al rey “nuestro señor”. Los sacerdotes españoles –franciscanos y jesuitas- enriquecieron la sensibilidad artística de los nativos.

Pasaron los siglos encima del teatro que se detuvo en buenas intenciones. A mediados del siglo XIX echó de nuevo a andar de las manos de Don Carlos Antonio López. Fue un hecho artístico alentador que hacía predecir una larga y fecunda vida. Pronto murió golpeado por el estallido de la guerra maldita. Luego de cinco años volvió la paz; una paz herida, postrada, sin piernas. Aun así, venían del exterior elencos teatrales que deleitaban al público hasta que tuvo la ocasión de aplaudir obras escritas en nuestro país.

En 1917, con “La Chala”, de Eusebio Lugo, nació el teatro paraguayo, sano, vigoroso, con el pan bajo el brazo y todos los componentes del hecho teatral: obra, elenco, público, crítica. Pronto irrumpió con fuerza una generación de dramaturgos que dejó su huella: Luis Ruffinelli, Arturo Alsina, Pedro Juan Caballero, Eusebio Aveiro Lugo, Facundo Recalde, Manuel Ortíz Guerrero, Miguel Pecci Saavedra. Y junto con ellos, Francisco Martín Barrios y Félix Fernández que le dieron al teatro la identidad nacional: el guaraní. También anunciaron la llegada de Julio Correa.

Otra guerra internacional, la del Chaco (1932 – 35) salió al paso del teatro, pero esta vez hubo una voz, tal vez la más recia de todas, que se alzó desde los escenarios para denunciar la tragedia y alentar a los defensores de la patria. Así nacieron el autor, el director y el actor en una misma persona. Terminada la contienda, Correa llevó al teatro las penalidades de hombres y mujeres que procuraban hallar un sitio en su tierra. Esta vez en un tablado muy distinto: la dictadura militar del general Higinio Morínigo, instalado en el poder en 1940 hasta que lo tumbaron en 1948. Correa sufrió los rigores del autoritarismo a igual que algunas de las principales figuras de un movimiento artístico nuevo que se extendía por el territorio nacional: la velada.

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Al término de esta dictadura vino otra, a los pocos años. Fue la del general Stroessner. En este nuevo escenario el teatro tuvo, por muchos años, una vida contradictoria. De lunes a lunes, las puertas del Municipal estaban abiertas para un público que aclamaba, por igual, los espectáculos populares y selectos. Al mismo tiempo, la Junta Municipal de Asunción contaba con una comisión “de moralidad y espectáculos públicos” cuya única función era ejercer la censura previa. Todas las obras pasaban por manos de los censores que incluía a la Dirección de Cultura municipal, el Ministerio del Interior y la Policía.

Un informe remitido por el jefe de Investigaciones, Pastor Coronel, a Stroessner -de los muchos sobre las actividades artísticas- expresa: “El centro de actividad es el Teatro Arlequín. Allí se presentan obras panfletarias, como Las Troyanas, de contenido subversivo (…) Se obliga a los estudiantes secundarios a ir a ver la obra con el pretexto de realizar ejercicios prácticos de literatura”.

En 1978, el grupo Aty Ñe’e llevó a escena, con notable éxito, “Mascarada en río Revuelto”, adaptación de una obra clásica inglesa. La reacción del diario Patria fue: “Se pretende encontrar una justificación a semejante atentado al arte y al buen gusto y de dar cierta legitimidad cultural a lo que no es sino una estafa al público”. Esta supuesta preocupación estética era el anuncio de una represión ideológica. Al poco tiempo, la policía clausuró “La Farándula”, regenteada por Edda de los Ríos en un salón del Ferrocarril donde se representaba la obra.

En fin, por todo lo dicho, y mucho más, el teatro paraguayo debe tener un día de recordación. Transfiero esta idea al CEPATE para que se haga cargo de ella si la cree oportuna.

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