Todo pasa y termina, y delante del resplandor de una construcción, Jesús hace una afirmación inquietante: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”.
Las obras humanas son efímeras, y es tontería dar mucho valor al que no lo tiene. Cuándo y cómo, precisamente, se van a desmoronar lo que juzgamos como nuestras espléndidas hazañas, no lo sabemos, y Él nos advierte: “Tengan cuidado y no se dejen engañar”. “Dejarse engañar” y no dar testimonio de vida cristiana es un riesgo concreto. El Señor enseña que algunos usarán su nombre para fingir, harán oraciones piadosas, pero para explotar al semejante. Otros asustarán a las personas con amenazas de que el fin del mundo está a la puerta, y por ello, deben aprovechar al máximo, sin ninguna consideración moral. El cristiano verdadero, y también el hombre de sabiduría práctica, no se deja seducir por lobos vestidos de ovejas, justamente porque se empeña en mostrar que es amigo de Jesucristo: delante de las persecuciones y sarcasmos hay que manifestar una noble adhesión a Él. Esta situación no es fácil, aunque el Señor nos asegure su protección, dándonos elocuencia y fuerza delante de los adversarios. Sin embargo, únicamente sabremos usar su protección si tenemos una fe bien constituida. Hemos de dar testimonio del Señor dentro de nuestra familia, aunque sepamos que algunos no concordarán con nuestros valores, se burlarán y se alejarán de nosotros.
Es triste ser combatido por defender las enseñanzas del Señor, pero Él nos asegura que está cuidando hasta de los cabellos de nuestra cabeza. Un aspecto decisivo en nuestro testimonio es la perseverancia. No se puede ser cristiano solamente algunos días de la semana, o solamente en ciertas situaciones de la existencia. Hay que abrazar el Evangelio en las buenas y en las malas, ya que por la constancia es que salvaremos nuestras vidas, agradaremos al Señor y seremos buen ejemplo para los otros. Nuestras glorias con frecuencia son vanaglorias y nuestras obras, sin la firmeza del Espíritu, son de poco beneficio. No nos dejemos embromar por vanidades, por el relativismo moral que nos envenena, pero conformemos nuestra existencia a la de Cristo y tengamos valentía para mostrarlo: que nuestro amor al Señor y al prójimo permanezcan inquebrantables.
Hoy celebramos la “Jornada Mundial de los Pobres” y ser amigo de Cristo es ser más solidario.
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