Se define también el principio de la carrera presidencial para el periodo 2028-2033 porque esta elección es un plebiscito sobre Miguel Prieto como posible candidato a ocupar el Palacio de López: Si gana Daniel Mujica, Miguel habrá logrado un importante respaldo electoral para sus aspiraciones; si gana Roberto González Vaesken de la Asociación Nacional Republicana (ANR, partido Colorado), la candidatura de Miguel se desinflará y se abrirán muchas alternativas en la oposición y los colorados consolidarán su hegemonía.
Nada nuevo bajo el sol en una democracia funcional: Los colorados apuestan por movilizar a su electorado duro, convencionalmente situado en un treinta y cinco por ciento, poco más o menos, del padrón y Miguel apuesta por atraer a los colorados descontentos, a la menguada oposición y al voto independiente.
La participación alta favorecerá, en principio, a Miguel; la participación a la baja aumenta la importancia del electorado duro. La ventaja inicial de los colorados es la disciplina del electorado duro y la de Miguel es su popularidad original que se medía en un setenta por ciento aproximadamente hace unos treinta días.
Hay que decir que los colorados no pudieron superar la quiebra regional que tienen allá con el tema de los Zacarías y que el distanciamiento entre sus dos principales fuerzas internas, Honor y Añeteté continúa.
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Las mesas electorales de Ciudad del Este están integradas por dos opositores y un colorado, de modo que difícilmente la oposición pueda reclamar fraude si pierde, de modo que el escenario inicial parece favorable a Miguel.
Luego, me resulta claro que la elección se definirá sobre todo por la capacidad de Miguel de motivar la participación por su figura o por la de los colorados de “municipalizar” la elección, aunque si logran esto quedaría por verse si Roberto fue capaz de transmitir la idea de que mejorará la calidad de vida de los esteños.
No conozco los detalles del liderazgo de Miguel hasta el punto de poder decir acá si para los esteños él pudo instalar suficientemente la idea de que, desde la presidencia de la República, mejorará las condiciones de nuestro país, aunque su antes mencionado nivel originario de aceptación parece indicar que sí.
Pero puedo afirmar, eso sí, que el mero discurso de la “unidad” opositora que también se enarboló como bandera para esta elección lleva fracasando muchas elecciones: Nuestro electorado está mucho más ocupado en temas de la vida diaria que en saber si los opositores se arreglan o no entre ellos, cosa que no define más que un reparto del poder que nada garantiza sobre cómo se administrará la economía, ni la salud, ni la educación, ni la seguridad.
Para la noche sabremos ya, seguramente, si Miguel pudo trascender y superar ese discurso vacuo o si termina empantanado, como los anteriores, en y por esa discusión estéril.
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