Indignarse es poco

Total indignación causa ver cómo “desplumaron” a personas humildes que de la noche a la mañana se encontraron pagando deudas que no contrajeron, a causa de pagarés que no firmaron o que ya abonaron. La duda que nos invade a casi todos es que se pueda llegar hasta los verdaderos responsables, a los criminales de guantes blancos.

Los ejemplos de esa injusticia se cuentan por miles, pero tomamos solamente el caso particular de una docente que la semana pasada habló con los medios y mencionó que sacó un préstamo de un millón de guaraníes y un microondas hace varios años, lo que terminó con su pagaré en las manos de seres sin piedad que le inventaron un juicio (del que nunca supo hasta que terminó) por medio del cual ya le descontaron unos G. 200 millones en los últimos años.

Mientras estas injusticias eran el día a día de muchos ciudadanos, otros, sin ningún pudor publicaban en redes sociales los viajes de ensueño que realizaban por todo el mundo. Mostraban orgullosos las ostentosas fiestas y vehículos cero kilómetro con salarios que no los podrían justificar. Funcionarios que formaron parte del esquema confesaron que los jueces se quedaban con un 30% del negocio. Es así como funciona esta mafia, todos tienen una cuota, por participar, por facilitar o por callar.

Los tentáculos de este monstruo crecieron tanto que todo se descontroló, en cada juzgado amigo había jueces, actuarios o ujieres que por un precio inventaban juicios, aseguraban que llevaron notificaciones que nunca existieron y todos lo hacían contentos de quedarse con su parte de la torta. Mientras tanto, los que pagaban esa orgía de codicia eran los trabajadores de siempre, los que madrugaban para llegar a sus lugares de trabajo, muchos colgados de los colectivos, quienes en total desconocimiento abonaban de sus bolsillos la descontrolada farra ajena.

¿Qué otro nombre puede tener el uso sistemático de la estructura judicial para estos menesteres que no sea el de “mafia”? Hablamos de despojar a personas vulnerables de sus salarios o de sus bienes a causa de deudas inexistentes, o que ya fueron pagadas. No podemos olvidar la complicidad de un sistema judicial que se rindió a los pies de la corrupción, el fraude del que participaron empresas y funcionarios, así como la falsificación de documentos y de causas que terminaban en embargos abusivos, en la reventa de deudas y en la total protección al esquema con la impunidad, impunidad que seguirá firme mientras que este sistema extorsivo siga funcionando a pesar de que se hicieron públicos algunos nombres y sus métodos.

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