La coyuntura nos lleva a veces a relegar temas de fondo que los políticos y los medios mismos soslayan para dar paso al ruido y la furia.
Esta coyuntura nos señala que el gobierno actual lleva apenas dos años de vigencia y ya se está de nuevo en pleno tren electoral. Para las municipales del año próximo y ya luego, de manera inmediata, el impulso para las generales del 2028.
En los dos años transcurridos, este gobierno no ha solucionado los graves problemas que son herencia acumulada —dicho sea de paso— de varios otros gobiernos anteriores. Pero eso no le quita al actual su grado de culpa por la continuidad de los dramas aglomerados. El Ejecutivo, por ejemplo, está enredado en mil sospechas de un aprovechamiento minucioso de su posición para acrecentar sus bienes. Mientras, los males continúan propagándose en sectores por de más sensibles, como la salud pública y su humillante tratamiento a los más desvalidos que buscan un alivio; el transporte público y sus mentiras normalizadas, y la educación empantanada en estadísticas escalofriantes, como el aplazo puntual de docentes en diferentes pruebas.
Por lo constatado en buena medida mediante la opinión de tantas personas, la preocupación por estos temas está latente. En especial en lo que respecta a la educación, al lenguaje, al pensamiento y a la formación cívica que alimenta la institucionalidad democrática.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Está latente en la ciudadanía, pero —al parecer— no en los planos en los que debería de estar para la búsqueda de las soluciones requeridas. Es decir, en los partidos políticos, en los políticos en general.
Si estamos ya montados en la montaña rusa electoral, en la dimensión en la que solo existe el ansia del poder a como fuere, no es posible pensar en lo importante, en lo trascendente. Solo cabe lo urgente: el voto a quienes nos mentirán durante los próximos años.
Un carrusel en que giramos interminablemente alrededor de una larga angustia.
La distopía guaraní se consolida. Los partidos han desaparecido. Solo existe en su lugar un aparato de voluntades ciegas. Ya no hace falta pensar. Solo se debe obedecer a la obsesión viciosa del latrocinio. ¿Salud, educación? No. Eso dejémoslo a la preocupación ciudadana.
Y solo la preocupación ciudadana puede empezar a romper el círculo que nos acogota. Es imperiosa la militancia activa de la gente a la hora de exigir no solo candidatos, sino un proyecto de país viable. En el que ya no sea “lo mismo un burro que un gran profesor”. Hay que inventar un futuro inédito. Que no nos dejen sin lenguaje ni pensamiento ni democracia.
Si no, nuestro futuro será, como clama Macbeth, “un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia...”.
nerifarina@gmail.com