Aparentemente, él creía que a un primer mandatario todos deben elogiarlo sin retaceos, puede pasear por distintos países del mundo y además beneficiarse con dinero que le regalan por ahí, sin justificar nada, además de dar contratos y depósitos de instituciones del Estado a bancos y empresas cercanas a él.
Ahora se vino a enterar, según se deduce de su reacción, que en democracia las críticas y denuncias a su gestión son libres para todos, más aún si van acompañadas de pruebas: documentos, audios, fotos y testimonios.
Se siente muy extraño que, siendo el ciudadano con la más alta investidura y poder político de la República, respaldado por el principal partido del país, por grupos económicos muy poderosos y por varios medios de comunicación, pretenda presentarse como víctima del ataque de enemigos insondables que lo odian a él y al Paraguay y que quieren su ruina.
Sería comprensible que un ciudadano “de a pie”, que apenas llega a fin de mes con sus ingresos, que debe batallar diariamente con una educación mediocre, un mal sistema de salud, medios de transporte ineficientes y una inseguridad latente y que encima es denunciado por algún hecho, se sienta abrumado porque sabe (o sabrá) que nuestro sistema judicial está más bien a favor de quienes tienen poder.
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Pero, él, Santiago Peña, que tiene mucho dinero, tanto que lo reparte en sobres que deja olvidados en varios lugares de su residencia, le bastaría con explicar tranquila y claramente las cuestiones que le imputan, que no son chismes ni habladurías, sino denuncias concretas ante el Ministerio Público.
Muchos creen, incluidos los denunciantes, que la Fiscalía no investigará nada, como sí lo hizo en casos que involucran a enemigos políticos del Gobierno y, tal vez, por ese lado, el Presidente debería estar tranquilo.
De lo que no se salvará Peña desde ahora y por lo que le queda de mandato es de la imagen de que no está a la altura de la responsabilidad que le dio la ciudadanía, que no respeta la Constitución ni las instituciones, que oculta el origen de los bienes que posee, pese a estar obligado a ser transparente y debe saber que, si no lo echan ahora mismo a patadas del cargo es sencillamente porque no le conviene, en este momento, al sector político que lo sostiene, que lo seguirá manteniendo atado con hilos a su cargo solo mientras aún les sirva para algo.
mcaceres@abc.com.py