El asesinato del militar, que se negó a aceptar dinero para hacerle llegar un celular al procesado por narcotráfico en una cárcel militar, deja una vez más en evidencia que los que deberían estar protegidos por el sistema judicial solo reciben “condecoraciones” de plomo que borran su presencia física.
Precisamente, el asesinado periodista paraguayo Santiago Leguizamón había expresado que prefería la muerte física a la ética. Y aunque los nuevos mártires de esta nación no lo hayan puesto con esas mismas palabras, es lo que lastimosamente recibieron. Decidieron estar del lado de la verdad, no callarse ni mirar a otro lado, pero estoy seguro que ninguno quería terminar acribillado y dejar a sus hijos huérfanos.
El sicariato nos trae a la mente sonados casos como el de nuestro compañero periodista Pablo Medina, acribillado cruelmente en Villa Ygatimí hace casi 11 años. Pablo era un ferviente redactor y defensor de la información, quien publicaba abiertamente a quienes fueron sus verdugos. Decidió que nunca se callaría hasta que lo silenciaron físicamente.
Tampoco podemos olvidar que las organizaciones criminales van más allá de las fronteras de un país, es lo que demostraron con el asesinato del fiscal paraguayo antimafia Marcelo Pecci. Un crimen que ni Mandrake podrá resolver, según el actual fiscal general del Estado. Lo que nos puede dar un indicio de la falta de compromiso para llegar hasta los autores morales.
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Con tanta impunidad, sicarios y balazos ¿qué pueden esperar “los comunes”?, como decía un exparlamentario. ¿Le parece que otros se animarían a denunciar hechos irregulares?, o que estos mensajes mafiosos lograrán su objetivo de atemorizar a todo aquel que se les plante con la verdad, esperamos que no sea así, pero es inevitable la duda.
Indudablemente, En Colombia, en Villa Ygatimí, en Pedro Juan Caballero o en Asunción la consigna de “plata o plomo” es la que manda sobre cualquiera que se oponga a los objetivos de la mafia. Mientras, el Estado está ocupado investigando en las redes a jóvenes manifestantes.
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