Su madre, Antonia, tuvo que ser evacuada a Concepción, distante unos 550 kilómetros, debido a que los médicos en el Chaco consideraron que la criatura debía nacer por medio de una cesárea, pero sobre todo porque en el Hospital Regional de Fuerte Olimpo no se realizan cirugías desde inicio de año por la falta de anestesista.
El traslado se realizó a bordo del avión de la Fuerza Aérea, que funciona para estos casos de urgencia. Cuando la aeronave aterrizó, la paciente comenzó a entrar en trabajo de parto, por lo que inmediatamente fue trasladada en una ambulancia rumbo al hospital. Sin embargo, la criatura no pudo esperar, y con la ayuda del personal de blanco la mujer dio a luz dentro del vehículo, sin ninguna complicación.
Luego de unos pocos días, la bebé y su madre obtuvieron el alta médica. Por suerte, pudieron abordar una ambulancia que acababa de llegar de Fuerte Olimpo transportando a un paciente, y que debía volver a la población chaqueña, por lo que aprovecharon las circunstancias para regresar al hogar.
Faltando unos 80 kilómetros para llegar a destino, la ambulancia quedó atascada en el barro, en una de las trampas mortales de los precarios caminos del Alto Paraguay. Era de noche y el frío ponía en riesgo la vida de la recién nacida. La madre carecía de abrigos o mantas para cubrirla, y de no ser porque funcionaba la calefacción del vehículo, otra hubiese sido la suerte de esta bebé.
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Con la ayuda de un ganadero, que hizo llegar su tractor hasta el lugar, la ambulancia pudo salir del atascadero luego de nueve horas y así continuar viaje, no sin antes pasar por el puesto de salud más cercano para que se inspeccionara la condición de la madre y, sobre todo, la de Milagro Beatriz. Según la madre, le puso ese nombre por todas las adversidades que supo soportar apenas llegada al mundo.
La precariedad del sistema de salud y de los caminos de la zona casi le costaron la vida a esta criatura. La mujer fue evacuada sin que se tuviera una descripción acertada de su estado, pues jamás entró a cirugía. A esto se suma la irresponsabilidad de las autoridades, que desde hace ocho meses no logran contratar al anestesista.
Hace bien doña Antonia en ponerle el nombre de Milagro a su hija, porque en estos olvidados lugares solo los milagros ayudan a sobrellevar la orfandad estatal. Esta vez la criatura sobrevivió para bien de todos, pero ¿cuántos no tuvieron la suerte de Milagro Beatriz?
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