Los necios y su realidad van más allá de solamente vivir en su burbuja, ellos hacen campaña para que creamos exclusivamente en lo que dicen. No puede existir otro punto de vista, no hay disenso porque si alguien está descontento o cansado de una realidad posiblemente “fue comprado”. Y muchas veces el ladrón juzga por su condición.
Desconocer los abucheos en un acto en vivo ante millones de personas que lo ven por TV en todo el mundo es digno de una persona que recibe una dádiva de vaca’i y toma fuerzas para discutirle a la Inteligencia Artificial sin más argumentos que su fanatismo, y aunque usted no lo crea, puede ocurrir.
Es como un capítulo de Paraguay en la serie animada de los Simpsons. Con otros personajes diciendo: “Ouch”. Llamó la atención en estos días que supuestos libertarios paraguayos se ubicaron rápidamente en medio de los nuevos negacionistas, ahora critican la libertad de manifestación y mencionan que no es la forma ni el lugar.
Como si una inauguración deportiva fuera el lugar preciso para citar una a una a las autoridades. No sabemos si es hartazgo, cansancio o solo un hecho puntal que molestó a la gente, pero no existe otra palabra para describirlos que: “necios”.
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La única explicación posible es que este nuevo negacionismo se mueve por medio de su propia agenda, pero creen estar tan seguros de la duración de su poder que hacen caso omiso a la voz del pueblo, que no son precisamente las opiniones de un medio opositor a las ideas del Gobierno, son las voces de miles de ciudadanos que son menospreciadas, a pesar de que cada vez se hacen escuchar más y sin temor.
Despreciar el clamor popular puede traer duras consecuencias, pero creen que negarlo es una alternativa válida, tan válida como atropellar leyes. Curiosamente existen subgéneros de negacionistas de los abucheos presidenciales, están los que tienen algún interés y los que lo hacen totalmente gratis y que son cada vez menos. Al parecer la consigna es: “la autocrítica no está permitida más que para volver a prometer a la gente que vamos a mejorar”, de la boca para afuera, y sin dudarlo. Hasta el momento las que más perdieron son las instituciones democráticas ¿Quién podría negarlo?
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