Cuando el Departamento de Estado reza “Credo in unum Deum”

El 19 de mayo del corriente año, el Secretario de Estado de los Estados Unidos de América, Marco Rubio, posteaba en la cuenta oficial de X del departamento que dirige una declaración de su fe en el Primado de Pedro, la sucesión apostólica, la naturaleza sobrenatural de la Iglesia Católica y su fundación realizada por Jesucristo, todo en un video de cuarenta y siete segundos.

Con ese video declaraba su adhesión a la fe católica, y se puede interpretar, también, su obediencia.

Este hecho tiene reminiscencias de la conversión del emperador Constantino a la fe católica, por la que hubo una alineación marcada entre religión e imperio. Con la conversión de Constantino, el Imperio romano se afianzó en una matriz religiosa que conectaba todas las naciones dependientes de él. Desde ese momento se solidifica la fusión entre lo grecorromano y lo cristiano de una manera institucional, lo que fue la base para la Cristiandad Europea y una idea común sobre el hombre, la sociedad y el tiempo.

Los resultados más importantes de este régimen fueron una cosmovisión unificada que significó siglos de construcción de su identidad y una unidad interna que sirvió de defensa contra los bárbaros primero y contra los musulmanes después, y en el que se realizó un gran desarrollo del concepto y la aplicación del principio de la dignidad humana y, por ende, de la necesidad de la promoción social. Es el caso de la creación de orfanatos, hospitales, albergues y centros educativos.

Si bien la fundación de los EE.UU., realizada por losfounding fathers, tuvo alguna inspiración cristiana —la matriz de filosofía política se desarrolló con influencias de Locke, Rousseau, Montesquieu, Hume, autores todos ellos empiristas e ilustrados—, esta influencia vino del cristianismo protestante, el cual es sustancialmente distinto al cristianismo católico.

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Como afirma Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, el aporte del calvinismo con su teoría de la predestinación define una relación entre el creyente y los medios materiales que tocan lo sobrenatural. La acumulación de riqueza es el signo —cuasi sacramental— de la predestinación a la vida celestial. O sea, hay que acumular riquezas como señal de ir al cielo. Otro elemento constitutivo del protestantismo es el hiperindividualismo.

Como Lutero se comprometió con el nominalismo de Ockham, en el que no tienen existencia real las ideas universales fuera de la mente del que las piensa, esto derivó en que no debería existir una matriz universal de interpretación bíblica, sino que la libre interpretación debería regir al creyente. Esto significa, en términos prácticos, que es el hombre quien define, en su subjetividad, la realidad de las cosas. De ahí que elethos del ser estadounidense es el hombreMaverick, el llanero solitario, el hombreMarlboro. Son seres que se autocontienen en su mundo, no necesitan de comunidad, ni de familia. Este hiperindividualismo es consistente con la búsqueda del interés individual y el capitalismo. Y como lo que define a nivel micro se agrega a nivel macro, estos criterios de capitalismo e hiperindividualismo se institucionalizan a nivel de Estado y, cómo no, de política exterior, y se reflejan en el hiperpragmatismo.

Con la elección del cardenal Prevost como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, un estadounidense de 69 años, nacido en los suburbios de Chicago, la era WASP (White Anglo-Saxon Protestant) de los EE.UU. probablemente ha llegado a su fin. El posible pontificado extenso de León XIV —debido a su juventud—, superando los cuatro años del periodo presidencial de ese país, garantiza la configuración de un movimiento cultural interno liderado por la visión católica. Además, la primera minoría religiosa del país es católica, y existe un resurgimiento dinámico del tradicionalismo de esa denominación.

Este eje Washington-Roma podría ser determinante para el Departamento de Estado tanto en su reconsideración de la importancia de Iberoamérica en su visión estratégica como también en la táctica de contención de la influencia de la China roja en la región.

El eje Washington-Roma quizá se retroalimente mutuamente: Roma reconocerá la importancia de que Washington lidere la influencia en el resto del mundo —con cambios de enfoque—, mientras que Washington reconocerá la importancia de Roma en la configuración de la identidad occidental.

Es oportuno preguntar: si este eje Washington-Roma se hubiera instaurado en el pasado, ¿habría lugar para el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, siendo blanco la población civil? ¿Hubiera habido la guerra contra Irak invocando el principio de “guerra preventiva”? ¿Se hubiera ejecutado el Plan Cóndor en Hispanoamérica? Acciones todas contrarias a la doctrina de la Iglesia Católica.

Sin embargo, la estructura institucional y la visión de largo plazo del Departamento de Estado han sido configuradas en años, lo cual hace pensar que no solo porque el Secretario de Estado actual profese esa fe se desprenderá de ello el resto. Es necesario que el pontificado de León XIV sea extenso y que haya un cambio institucional estructural que haga que todo el Departamento de Estado digaCredo in unum Deum.

Artículo gentileza. El autor es economista, especialista en políticas públicas y rector de la Universidad Politécnica Taiwán Paraguay.

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