Cuando el río suena

Demasiadas son las veces que leímos y escuchamos de los ciudadanos sobre la falta de medicamentos en los hospitales públicos. No es tan difícil de comprobar el sentir, basta con visitar los pasillos de algunos de los centros más requeridos y escuchar a los pacientes.

Son horas de espera para recibir, muchas veces, una respuesta negativa sobre los medicamentos que podrían ayudar a paliar la situación o ayudar a recibir una cura definitiva.

El resultado del informe de Contraloría dado a conocer el 31 de julio es la confirmación de las peores sospechas, y más que eso. Este lapidario documento no hace más que poner en papeles lo que todo el mundo venía diciendo hace años, la salud -en este caso la oncológica- y el futuro de los pacientes están a la deriva, como si todos estuvieran a bordo de un barco en alta mar que ha perdido el timón.

El lector podría ponerse a imaginar por un instante que participará de una cita médica por una enfermedad de importancia, debe llegar de madrugada y sin dormir para asegurarse un lugar y ser atendido en algún momento del día. Cuando por fin le llega el turno el profesional médico no tiene a mano todos los antecedentes médicos. Finalmente en la farmacia le informan que no cuentan con todos sus medicamentos, solamente tienen otros que no le sirven y que, aparte, están a punto de vencer.

Entre tantos puntos que salieron a luz me gustaría solamente apuntar al que hace referencia a la total desfachatez del Estado, y de Salud Pública. Me refiero a la creación del Registro Nacional de Personas con Cáncer, que tardó seis años en ser creado y que se hizo solamente después de que la Contraloría de la República pida informes al respecto en 2024.

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¿Qué tipo de tranquilidad podían tener los pacientes oncológicos si ni siquiera contaban con un sistema de información, seguimiento y evaluación? Por supuesto que la consecuencia es que compren medicamentos a personas que ya fallecieron esperándolos, y que -además- se adquieran drogas e insumos de baja rotación que terminan venciendo.

La descoordinación en la distribución, los incumplimientos groseros de las leyes y falta de trazabilidad generan un cóctel desastroso que facilita mucho la corrupción y afectan en gran manera a los pacientes y sus familias que se ven muchas veces obligados a endeudarse, y a perder bienes, para cubrir la falta de medicamentos con precios prohibitivos.

arturo@abc.com.py

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