Rezar con frecuencia

En cierta ocasión, Jesús estaba rezando y al terminar, uno de sus discípulos le hace un pedido, que es la súplica del ser humano de todos los tiempos: “Señor, enséñanos a orar”.

En principio, poquísima gente niega el formidable poder de la oración profunda y llena de fe. Sin embargo, también es cierto que poca gente sabe rezar con fe y con frecuencia.

Así, por nuestra limitación humana, debemos presentar este ruego a Cristo, que es infalible Maestro en el diálogo con el Padre y en la ejecución eficaz de su proyecto redentor.

Muchas veces los Evangelios lo muestran en actitud de oración. Él lo hacía, en primer lugar, por el gusto y necesidad de compartir con el Padre, pero también para darnos el ejemplo.

Cuando consideramos el binomio enseñar-aprender, debemos adoptar la postura de discípulo, y si queremos obtener muchos frutos en el proceso, hay que ser un discípulo perseverante, que no huye con el temerario justificativo “no tengo tiempo“, ni tampoco se hunde en el uso exorbitante del celular.

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Efectivamente, uno puede aprender a rezar bien, y hay una máxima que afirma: “Se aprende a rezar, rezando”. Asimismo, se aprende a nadar, nadando... a cocinar, cocinando... Hay que practicar y ser disciplinado.

La disciplina en la vida espiritual es un constante desafío para el hombre moderno, pues no cualquiera tiene coraje de hacer silencio interior para oír la voz del Señor y para dialogar con Él.

La dispersión mental es prácticamente una enfermedad en nuestros días, ya que los ruidos son interminables, las pantallas no se callan nunca y el exceso de información nos deja mareados. Pero hay que ser fuertes y buscar una quietud exterior y conquistar una quietud interior.

En la oración conseguimos entender mejor los designios de Dios y percibir con otros ojos lo que pasa en nuestra vida, especialmente, los hechos dolorosos. Es más, en la oración hay que ser insistente y no se puede desanimar por cualquier demora: debemos orar sin cesar.

El Señor siempre contesta nuestra oración, cuando es genuina y no está plagada de egoísmo. Cuando los discípulos le pidieron que les enseñara a orar, Jesús les enseñó el Padrenuestro, que no es solamente una oración, sino un excelente proyecto de vida.

Igualmente, 30 de julio celebraremos el Día de la Amistad y que hermoso si tratáramos a Dios como nuestro mejor Amigo, y siempre tuviéramos tiempo para conversar con Él.

Ofrezcamos una oración por nuestros amigos, y recordemos que la oración humilde y coherente hace los verdaderos amigos de Dios.

Paz y bien

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