Si usted cree que va a levantar la economía del Paraguay sobre los huesos de las jubilaciones de quienes de hecho ya lo sostenemos con nuestro trabajo, está MUY equivocado. Hablar de parar el desangre para evitar que eclosionen sistemas de pensiones y hacerlo defendiendo los privilegios de la casta que ya tiene una catarata de beneficios, una élite que tiene un pase vip a una realidad paralela, una élite donde el lujo es heredado y el esfuerzo es opcional, usted está MUY equivocado.
Ese club tan selecto que usted ha defendido esta semana mientras nos contaba al país que tendremos que ajustarnos los cinturones, tiene la tarjeta dorada del poder, donde les chorrea a ellos, sus familiares y hasta a sus amantes el dinero fácil -muchos sin trabajar-. Ese puñado de personas tiene la tarjeta ilimitada, el pase a combustibles pagados por quienes ni auto tienen, la familia contratada y financiada por quienes no consiguen trabajo, los viáticos solventados por quienes nunca viajaron.
Vergüenza dio oírlo compararse con un presidente de los Estados Unidos y quejarse de las regalías con las que se retira un presidente paraguayo. Ese país y el nuestro, ni siquiera conviven en la misma galaxia. Muéstrenos qué presidente paraguayo de la dictadura y la era democrática se ha retirado pobre del poder; por cierto, según estos dos primeros años de gobierno, usted será el que más lejos estará de hacerlo. ¿En serio se considera desafortunado? ¿No le gustaría revisar bienes, empresas, y acciones en manos de su familia? Mientras muchos jóvenes paraguayos no consiguen trabajo, uno de sus hijos ya aparece como comprador de al menos una millonaria empresa durante su gobierno. En apenas dos años han brotado negocios a su alrededor que, Virina dixit, “no podríamos tapar el dedo ni con el sol”.
Bájese de su arasá mata, Presidente. Si vamos a sacrificarnos, el verbo debe ser para todos, no solamente para el pueblo. Nunca olvide que aquí abajo estamos quienes de verdad sostenemos la nube de privilegios en la que viven muchos de ustedes. La memoria de la historia siempre nos recordará que, cuando los de arriba pierden la vergüenza, los de abajo pierden el respeto.
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