¡Feliz de ti, Pedro!

Celebramos la solemnidad de san Pedro y san Pablo, y también el Día del Papa.

Pedro y Pablo, en Roma, confirmaron su fidelidad a Cristo con la sangre de su martirio.

En cierta ocasión, Jesús preguntó lo que la gente decía sobre Él y Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le manifestó: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo”.

Notamos que se asocian dos cosas, aparentemente, paradojales: el martirio y la felicidad.

Todos buscamos afanosamente la felicidad y huimos raudamente de cualquier cosa que tenga olor a sacrificio, renuncia o martirio.

Sin embargo, otro elemento se agrega para determinar la verdadera plenitud: lo que el Padre del cielo revela. Cuando una persona procura ser fiel a su proyecto, el Padre nunca la desampara y usa sus poderosos recursos para llenarla de paz.

Simón Pedro recibió este elogio de Cristo: “Feliz de ti” y deja clara la razón de esta situación: es no poner la confianza en lo que significa “carne y sangre”; es decir, la débil fuerza humana y los riesgosos vericuetos del dinero.

Son innumerables las enseñanzas prácticas que debemos quitar de esto.

Para empezar, creer, con un corazón generoso, que cumplir la voluntad de Dios es lo más seguro que una persona puede hacer en su vida. Hay que asumir como propio el proyecto que el Señor tiene para nosotros.

Para ser feliz es necesario hacer ciertas renuncias, que tienen algo de martirio. Hemos de renunciar a la excesiva farra y butifarra, al feroz materialismo, al adulterio, a la indiferencia hacia las necesidades de los otros, y cuidar para no perder mucho tiempo con redes sociales.

Abrir el alma para las cosas que el Padre quiere comunicarnos, de modo perseverante, atendiendo las enseñanzas de la Iglesia, pues Cristo aseguró a Pedro que Él la está iluminando hasta el fin de los tiempos, y jamás las contradicciones y perversidades humanas la derrumbarán, aunque no paren de atacarla.

Nosotros, los católicos, somos felices porque en la Iglesia se mantiene la sucesión apostólica, y el papa León XIV es sucesor legítimo de Pedro, que fue elegido explícitamente por Jesucristo como jefe de la comunidad que Él fundó, al afirmar: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

Igualmente, la colecta de hoy, llamada “Óbolo de san Pedro”, se destina a una región necesitada dentro de la Iglesia universal.

Paz y bien

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