Dime a quién sigues y te diré para dónde vas

Santiago Peña, en su informe a Horacio Cartes, aseguró un “futuro prometedor de más años de coloradismo en el poder”. Es decir, el pueblo seguirá sufriendo un “sistema” de salud con niños muertos por desnutrición; una educación surtidora de semianalfabetos; soportando el asalto incesante a las arcas públicas con impunidad “legalizada” para los ladrones. Es lo que hay con el “coloradismo eterno con Stroessner”, que persiste y persistirá, por lo visto.

Peña expuso su paranoia recalcitrante, propia de un autoritarismo mal disimulado: “los agoreros del mal, los que siempre odian, los que buscan separar al partido del Gobierno buscan la pelea, quieren sangre”.

No. Los que critican su sumisión a una persona no son “agoreros”. Son seres hartos de soportar una salud pública inhumana, una infraestructura escolar marcada por el primitivismo. No buscan pelea ni sangre; solo un transporte público civilizado y no éste, viva imagen de un retrógrado coloradismo en el poder.

Los “agoreros” no odian. Sueñan con que usted gobierne para la gente y no para satisfacer los caprichos, las exigencias y los negocios de una persona que lo tiene a usted sometido.

¿Será cierto eso de que está usted enceguecido por la riqueza que acopia en el ara del poder, posibilitando la acumulación de negocios de los grupos que usted mismo integra? Ojalá no sea cierto, pero hay señales. Y de esto no hablan solo los “agoreros”, sino gente de su propio entorno. Cuídese de ella.

Usted parafraseó a don Tomás Romero Pereira en aquel pedido —en un contexto específico del coloradismo— de “seguid a Stroessner”. Y sepa usted, don Santiago, que el estronismo vació al Paraguay de la ética y la moral que caracterizaron a este pueblo, virtudes que le permitieron sobreponerse a invasiones externas y a traiciones internas. El estronismo se tragó las posibilidades de desarrollo de nuestro país al despilfarrar lo producido por Itaipú (tal como el coloradismo está haciendo otra vez ahora, encubriendo robos con la máscara de las licitaciones).

El estronismo sistematizó la corrupción, marca categórica del coloradismo que usted promete hoy para el futuro. ¿Cuál coloradismo, don Santiago? ¿El principista de Fulgencio R. Moreno, Ignacio A. Pane, de Ricardito Brugada? ¿El nacionalista de Natalicio? ¿El terrorista y depredador de Stroessner? O el cartismo, que es una especie de prótesis en el coloradismo histórico. Y para peor, tenemos una “oposición” en la que los vicios colorados hicieron metástasis.

Y viene usted, parafraseando a don Tomás, pidiendo “sigámosle a Cartes”. ¿Para qué? ¿Para que los capitostes se repartan los fondos sociales de Itaipú que restan hasta el 2027; para que los no agoreros monopolicen todos los negocios posibles; para que los políticos tengan cada vez más protuberancia en la barriga y en sus cuentas bancarias ante un pueblo sumido en la pobreza?

Ustedes están en su derecho de seguir a quien quieran. Pero cuídense de que no les ocurra lo que a las ratas que siguieron al flautista de Hamelín.

nerifarina@gmail.com

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