Ceguera incurable

Existen diversos motivos que causan ceguera, pero en este material me centraré en analizar el cliché de la analogía de la “justicia es ciega”. La venda en los ojos de la representación de la justicia simboliza precisamente esa imparcialidad, indicando que la ley se aplica por igual a todos, sin prejuicios ni favoritismos. En la realidad, nuestra justicia sigue vendada y amarrada, pero por el crimen organizado y los grupos de poder.

Esta semana, en el departamento de Itapúa, se logró la detención de manera fortuita de supuestos ladrones que ingresaron a la casa de un concejal de Capitán Miranda y recuperaron los objetos que sustrajeron de su vivienda. Más allá del caso en particular, se constató que uno de los jóvenes de 20 años, se encontraba prófugo de la justicia, luego de que haya sido beneficiado con arresto domiciliario. El mismo era investigado por homicidio culposo, omisión de auxilio y resistencia.

Esta situación no es aislada y penosamente recurrente. En cada hecho de inseguridad, que son como el pan de cada día, cada vez los involucrados son mayormente personas que tienen cuentas pendientes con la justicia. Esto evidencia un desfasaje insostenible entre el sistema de prevención y el de juzgamiento de los actos punibles.

A esto se suman casos bochornosos en que magistrados benefician a grandes criminales con medidas menos gravosas, mientras dejan caer todo el peso de la ley contra delincuentes comunes, o incluso inocentes acusados. La analogía de la justicia ciega se presta a interpretar que, más que una venda, es un precio el que obliga a desviar la mirada.

La impunidad con la que operan en la región los vinculados al crimen organizado y las grandes élites políticas y económicas hace caer por tierra la credibilidad de nuestro sistema de justicia. A consecuencia, se genera una segunda ola de inseguridad en las calles, porque ni los más macabros crímenes de los últimos años, como graves sicariatos, feminicidios, homicidios y otros, han sido resueltos.

Entretanto, una jueza sancionada por aparentemente contribuir con la fuga de un peligroso narco en 2024, es reintegrada en sus funciones y alabada por la Circunscripción Judicial de Encarnación, en sus páginas oficiales. En contrapartida, la ciudadanía trabajadora debe vivir en zozobra y la culpa de que, si somos víctimas, nunca tendremos justicia ni resarcimiento.

La justicia no funciona para un albañil atropellado en las calles de Encarnación, como sí favorece a un concejal aparentemente ebrio que, tal vez, ocasionó una muerte manejando. La justicia es ciega, sí, pero es una ceguera direccionada y orientada por quienes tienen el poder.

Es necesaria una depuración integral de nuestro sistema de justicia si en realidad queremos cambios sustanciales en nuestro cotidiano. No importa si sacamos más policías a las calles, si los verdaderos criminales nunca tienen castigo.

sergio.gonzalez@abc.com.py

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