Según Peña, “el Paraguay se ha erigido durante décadas como un inflexible guardián de los valores de Occidente”. Y agregó: “mi país ha defendido siempre el triunfo del bien sobre el mal, de la verdad sobre el relativismo, de la belleza sobre la fealdad, de la democracia sobre el autoritarismo, de la familia sobre el progresismo radical, de la libertad de mercado sobre el socialismo”.
Por tratarse de afirmaciones muy generales, es difícil precisar a qué valores de Occidente se refirió el mandatario y cuál es su concepto sobre el bien y el mal.
Sin embargo, está claro que Peña parece convencido de que él y ellos, es decir Honor Colorado, son los dueños de la verdad.
En cuanto a la defensa del triunfo de la belleza sobre la fealdad, se supone que está hablando en términos morales o filosóficos y no estéticos.
Todo indica que pretende hablar desde algún pedestal de superioridad moral.
Seguidamente, menciona la supuesta defensa de parte del Paraguay (como si fuese una entidad uniforme y sin matices) de la democracia sobre el autoritarismo. En este punto, vale recordar que su partido (el partido al que él se cambió para poder permanecer en su momento en un cargo político) fue el que avaló una de las dictaduras más largas y crueles de Sudamérica.
Es cierto que hubo paraguayos y paraguayas que defendieron la libertad y hasta dieron la vida por el retorno a la democracia, pero hubo muchos dirigentes colorados que colaboraron hasta el final con el régimen autoritario e inclusive, ya en democracia, varios se reciclaron y lo siguieron justificando.
También hablar de la supuesta defensa de la familia, al menos si se refiere a su gobierno, es una afirmación temeraria frente a las alarmantes cifras que dio en mayo pasado la Coordinadora por los Derechos de la Infancia y Adolescencia sobre abusos que sufren niños niñas y adolescentes. Un solo dato: La estadística de 2024 revela que cada dos horas y media se produjo un abuso.
Hace rato que Peña perdió el rumbo (si es que tuvo rumbo en algún momento) y cada vez que habla es para enojarse por las críticas o para pretender dar una imagen muy alejada de la realidad que se percibe a ojos vista.