CONSTRUIR LA PAZ: Jesús habló a sus apóstoles “la paz esté con ustedes”, de tal manera que la paz que uno recibe debe compartirla y agrandarla.
PERDÓN DE LOS PECADOS: únicamente Dios puede perdonar los pecados, pero Jesús confirió a los sacerdotes y obispos este poder, de modo que, borrados los pecados, vivamos más plenamente en la gracia divina.
ENVÍO PARA MISIÓN: la misma misión que Jesús recibió del Padre, que es establecer un Reino de justicia, ahora la delega a sus seguidores, para que la realicen en todo el mundo, empezando en su propia casa, pero no terminando ahí.
EN FORMA COMUNITARIA: actuando en pequeñas comunidades cristianas, con paciencia y amor, para no dejarse llevar por la flojera y la falta de compromiso.
Cada uno de nosotros ha recibido varios dones del Espíritu, y los seguimos recibiendo a cada segundo. Sin embargo, es esencial llevar en cuenta las palabras de san Pablo: “En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común.” (1 Cor 12). Los dones de Dios son gratuitos y no tenemos nada con que pagarlos, pero tenemos la obligación moral de desarrollarlos y compartirlos con los demás, de modo que crezca el bien común y todas las personas puedan disfrutar de una vida digna. Procuremos dejar que la paz que el Señor nos brinda inunde el corazón y tratemos de evitar los gestos agresivos y las palabras humillantes, con las cuales solemos herir a nuestros familiares.
Asimismo, no caigamos en un individualismo estéril que, a la larga, nos empobrece como personas. Sin embargo, participemos constantemente de nuestra comunidad.
Paz y bien