Para comenzar la historia de esta adolescente debemos mencionar que había sido criada por la abuela, debido a que la madre soltera la dejó en su casa materna para “rehacer su vida”. Esta nena fue criada con mucho amor por sus abuelos y lo más seguro es que no imaginaban sus vidas sin ella, se convirtió en la alegría y la compañía que tanto amaron.
Como mencionamos, el país se estaba reorganizando cuando esta niña se enteró de que su padre había sido un bravo soldado paraguayo que pereció durante la guerra contra Bolivia. Fue así que con ayuda de algunos familiares reunió las documentaciones que la convirtieron en heredera del mismo, pero fue obligada por una tía a renunciar nuevamente a ese derecho. No sabemos si ella, herida en su dignidad, pensó que estudiar en la capital le devolvería un poco de su posibilidad de “salir adelante”.
Esas y otras vivencias estaban aún frescas cuando una pariente de Asunción visitó a su abuela y le convenció de que la única manera de ayudarle era llevarla a la capital para que estudie a cambio de que “ayude” en la casa y que será tratada como una hija más.
La abuela dudó, pero creyó en las palabras de su pariente y le permitió a su nieta adolescente esta oportunidad que podía cambiarle la vida, que de hecho así ocurrió, pero el cambio no fue positivo, sino todo lo contrario. Apenas llegó se tuvo que adaptar a las largas jornadas de trabajo doméstico sin remuneración y sin escuela, básicamente una esclavitud disfrazada.
El agua corriente todavía no existía en la zona y ella era obligada a transportar hasta la casa varios baldes del vital líquido para los quehaceres, bajo el sofocante sol de nuestro país y sin calzado. En esa situación la encontró un compueblano que pudo ver su humanidad debajo de la ropa casi harapienta y decidió no callarse. Este hombre llegó nuevamente hasta el pueblo y le contó a la abuela la situación y lo penoso que le pareció todo.
A la abuela ya viuda, digna descendiente de las Residentas y quien había sobrevivido a turbulentas épocas, no le faltó coraje para alquilar un camión y llegar hasta la capital para el rescate de su nieta, no sin antes darle una tremenda reprimenda a los parientes que se aprovecharon sistemáticamente de una huérfana. El rescate fue inolvidable, le devolvió a esta niña su dignidad y posteriormente pudo tener una vida más que feliz, lo que nos consta a muchos de los que la conocimos.
Fue así que personas -casi sin formación escolar- pudieron reconocer en esos hechos lo terrible del criadazgo, algo que fue normalizado en estos días en el Congreso paraguayo. Y sí, es normal, pero eso no significa que sea bueno, lo que nos deja algunas dudas: ¿Cómo se puede defender esta forma de esclavitud y a la par afirmar que trabajan para los niños? ¿Acaso la esclavitud no era normal cuando Carlos Antonio López firmó la Libertad de Vientres en 1842 y sentenció su desaparición? Próximamente, veremos qué ridículo argumento lo vuelve a justificar, no lo dude.
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