Bruce Springsteen le canta las 40 a Trump

A Donald Trump le gusta creer que él es “The Boss” en su país y en el resto del mundo. Al menos así se comporta cuando les tiende emboscadas a jefes de Estado en el Despacho Oval o en las conferencias de prensa despacha a los medios con expresiones de perdonavidas.

No en balde, poco después de su retorno a la Casa Blanca aseguró que era el nuevo “sheriff”. O sea, se autoproclamó alguacil de la aldea global.

Pero antes de que el actual presidente de Estados Unidos pretendiera erigirse como jefe supremo, el auténtico Bossha sido y es su compatriota, el cantante Bruce Springsteen. Cuando Trump era un magnate que todavía no aspiraba a dar el salto a la política, Springsteen llenaba estadios y en sus giras mundiales las entradas se agotaban en cuestión de horas.

A sus 75 años, la estrella del rock sigue arrasando y levantando verdaderas pasiones entre sus admiradores de siempre y los jóvenes que descubren su música.

Nacido en Nueva Jersey en el seno de una familia de clase trabajadora, comenzó su andadura musical en los años sesenta y en los ochenta su fama se consolidó con el mítico álbum Born in the USA, un tema crítico con el trato que los veteranos de Vietnam recibieron a su regreso de una guerra que fue un fracaso estrepitoso de la política exterior de Estados Unidos.

Springsteen nunca le ha tenido miedo a abordar las cuestiones sociales y políticas de su país. Tanto, que ahora, con el retorno del trumpismo, lo primero que ha hecho en la primera parada de su gira europea, en la localidad inglesa de Manchester, es denunciar desde el escenario: “Estados Unidos está en manos de una administración corrupta, incompetente y traidora.” Y lo ha hecho con el lanzamiento de un disco, Land of hope and dreams(La tierra de la esperanza y los sueños), que es un manifiesto en contra de la deriva autoritaria de la administración Trump.

El mandatario no ha perdido ocasión para contraatacar desde su red social, diciendo sobre el cantante que está “sobrevalorado”, que es “un imbécil” y “más tonto que una piedra”. Hasta se ha metido con el cutis del artista: “Es una pasa reseca”.

Si algo define a Trump es su afán de revancha contra sus detractores. Desde que recuperó el poder, su lista de agravios es infinita y el que se cruce en su sinuoso camino corre el riesgo de que se le abra una “investigación”. Es la estrategia del chantaje y la amenaza que, sin duda, surte efecto. Basta ver a las cadenas de televisión, despachos de abogados y hasta reputadas instituciones académicas, que prefieren pasar por el aro antes que ser objetos de una vendetta sin tregua.

El republicano pretende arredrar a Springsteen (y a otros cantantes consagrados como Beyoncé y Taylor Swift) por su respaldo a la campaña de Kamala Harris, insinuando, entre otras falsedades, que el roquero, afiliado al Partido Demócrata desde hace años, la apoyó a cambio de una suma de dinero.

Es el prisma con que el presidente evalúa casi todo, ya que sus relaciones son puramente de carácter transaccional y desprovistas de un compromiso ético. De hecho, en la campaña presidencial de 2016 tuvo la osadía de usar en sus mítines la canción Born in the USA sin permiso del artista que hoy insulta.

Por supuesto, Springsteen está por encima de estas mezquindades propias de un líder con vocación de caudillo y si algo le sobra es la inmensa fortuna que ha reunido a fuerza de talento, disciplina y esfuerzo en el curso de su brillante trayectoria artística.

Estamos hablando de un astro de la música popular con 64,5 millones de álbumes vendidos en Estados Unidos y más de 120 millones en el mundo; un ídolo a años luz de un gobernante que acepta el regalo de un avión fastuoso por parte de la monarquía absolutista de Qatar. Las vulgares mofas y las maniobras de intimidación dejan frío a este viejo roquero (pero menos que el presidente) que suelta verdades en conciertos a reventar. Bruce Springsteen es el Boss indiscutible y le canta las 40 a Trump las veces que haga falta.

Gentileza Firma Press

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