La caída del cristianismo

El cristianismo es una religión que se desprendió del judaísmo y que tomó del judaísmo su piedra angular: un mesías que salvaría a la humanidad. Ese mesías fue Jesús. Sobre esa piedra angular, los fundadores del cristianismo construyeron un tremendo edificio de dogmas y tradiciones con el que sus sucesores conquistaron la mitad del mundo, al que impusieron esos dogmas y tradiciones, aunque regionalizándolos según la hábil estrategia diseñada por Agustín de Hipona (san Agustín), la inculturación.

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Cometió muchos excesos, injusticias, el cristianismo, en su conquista. Destruyó obras magníficas que hoy hubieran sido patrimonio de la Humanidad; suprimió el más mínimo atisbo de libertad sumergiendo al mundo mediterráneo a la Edad del Oscurantismo; mintió a escala galáctica como Crisóstomo de Constantinopla (san Juan Crisóstomo); asesinó en una medida sin precedentes a todos los que suponía desafíos de la mano de gente como Domingo de Guzmán (santo Domingo).

Y, sin embargo, en su libro santo, la Biblia, anidaban algunas pocas, verdaderamente escasas, semillas de esperanza que terminaron floreciendo a pesar del horror: La idea de que todos los seres humanos, mujeres y hombres, somos iguales y la de que todos tenemos dignidad. Aunque no florecieron porque los cristianos las hayan cuidado, sino porque otros las aprovecharon para hacerlas germinar de contrabando, acunadas por los lejanos recuerdos de Atenas y de Roma, florecieron para ser parte constitutiva de lo que hoy llamamos “civilización Occidental”, la restauradora de los derechos, de la ciudadanía, de la libertad y de la ciencia.

Por ello es que la primera ministra de Italia, Georgia Meloni, habla estos días de los tres pilares de Occidente: Grecia, Roma y el cristianismo, pues para hacer germinar aquellas escasas semillas, los que lo hicieron usaron, también ellos, la estrategia de la inculturación agustiniana.

Y así, nuestro mundo occidental de hoy está lleno de tradiciones cristianas, la Navidad y sus villancicos, la Semana Santa y sus ceremonias, nuestro calendario, pero sobre todo el soporte cultural a las ideas de igualdad y dignidad, desde las que se proyecta la de libertad.

Todo eso está en riesgo ahora, principalmente en Europa, pero no sólo en Europa. Validos de los deleznables excesos de los cristianos, sus cuestionadores, y sí, lo siento, agazapados en el Foro Económico Mundial, están financiando el exitoso reemplazo de las tradiciones cristianas por otros sistemas tales como la hegemonía de grupos raciales o sexuales o, notablemente, el Islam, que coinciden, no en lo superficial, sino en lo profundo: Su común odio a la libertad.

El problema está en saber si sin el cristianismo, el soporte cultural a las ideas desde las que se proyecta la libertad, podrá esta sobrevivir. La Unión Europea genera dudas más que razonables. Por lo que hay que salirse de su influencia cuanto antes.

evp@abc.com.py

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