Cargando...
La gente le ponía alfombras en su camino y con ramos en las manos le gritaba: ¡Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor!
Uno de los desafíos más importantes para los cristianos es justamente reconocer a Cristo como su Redentor y Salvador. Es necesaria una apertura al Espíritu, cosas que debemos buscar especialmente en esta Semana Santa.
Jesús entra en Jerusalén, donde le tocará vivir los agudos dolores de la Pasión. Él la acepta, porque sabe que así se realiza la redención del ser humano: la salvación viene por el amor sincero comprobado en la cruz, y jamás por la popularidad de ser un VIP de la farándula.
Su Pasión asumida de modo voluntario es la expresión consumada de su pasión por nosotros, de cuanto Dios quiere que nos acerquemos a Él y practiquemos deliberadamente sus enseñanzas, especialmente a través de la solidaridad.
No podemos ser hoy meros espectadores de su tortura y crucifixión, ya que “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Cor 15), y esta entrega generosa debe impulsarnos a no crucificar a los demás.
San Francisco usa una expresión más contundente todavía: “Aun los demonios no le crucificaron; fuiste tú quien le crucificó con ellos y sigues crucificándole al deleitarte en los vicios y pecados” (Admonición 5).
Sin embargo, somos llamados a entrar en la Jerusalén celeste, donde disfrutaremos de la compañía del Resucitado, que es el Crucificado; y de aquellos que ya se alegran en Dios.
Para entrar en la Jerusalén celeste es fundamental tener actitud semejante a la de Simón de Cirene, que ayudó a Cristo a llevar la cruz. En el siglo XXI, alrededor nuestro hay muchos crucificados, como los niños abandonados por las calles y los jóvenes esclavos de las drogas. Asimismo, hay adultos crucificados por la falta de empleo, otros por enfermedades, otros por la pereza, y otros por remordimientos sicológicos.
Motivar también para que nadie se deje manipular en estos tiempos de tanta corrupción impune y trágico asalto a las cosas del bien común.
Sea como fuera, un seguidor de Jesucristo no puede estar indiferente delante de este funesto panorama, pero ha de moverse para socorrer concretamente, aunque sea solamente aliviando las penas de los hermanos. No ser insensible, pero salir de su comodidad y contribuir con más generosidad.
Para concluir: participe de las celebraciones de esta Semana Santa.
Paz y bien.