Política y robar al país

La corrupción verdaderamente enriquece a unos pocos y empobrece a muchos. Los políticos cuando llegan al poder ven la forma de enriquecerse rápidamente con el dinero del pueblo. No todos los políticos por suerte. Hay quienes son honestos y patriotas, pero son lo menos.

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El tema es que el poder es muy apetecible y sus mieles pueden llegar a corromper si el individuo es codicioso y deshonesto. Por eso desde la escuela o mejor dicho desde la casa hay que inculcar valores como la honestidad y el patriotismo. Siempre se dijo que la política es el arte de gobernar y buscar el bien común.

Estos valores ya los manejaban filósofos de la talla de Platón y Aristóteles, en la Grecia antigua, la cuna de la democracia. Hay mucho que aprender en el libro : “La República” de Platón. Que nos convendría hojear cada tanto. Y más todavía sería muy beneficioso que lean los políticos en cuyas manos está el destino de una nación. Pero ojo, no necesitamos solamente autoridades intelectuales qué brillen por sus discursos.

Lo que el país necesita son verdaderos patriotas qué tengan voluntad para administrar correctamente el dinero del pueblo y con esa plata poder ejecutar obras. Si la gente del poder solo se ocupa en robar y hacerse millonarios, nosotros el pueblo vamos a estar cada vez más pobres.

Y ¿por qué ocurre eso? Sencillamente, porque ese dinero destinado a la salud, la educación, las rutas, la seguridad y edificios nuevos, van a parar todo en los bolsillos de los que gobiernan o desgobiernan. Cada vez que se llevan a sus bolsillos dinero de nuestros impuestos, nos lleva a la pobreza. No hay remedios en los hospitales. Los niños dan clase bajo los mangos. No tenemos seguridad porque faltan más policías y linces por las calles y no se puede hacer nuevas rutas y puentes.

No solamente de los impuestos se hacen de fortuna. Hay mucha plata en las arcas.

Dinero de los royalties, Fonacide, préstamos, desembolsos y donaciones de todo el mundo. Cosas que nosotros ni nos enteramos. Cuando un presidente viaja tanto por el mundo con su canciller pensamos que va a gestionar negocios con otros países. Eso sería lógico y no que vaya a pedir ayuda o limosnas. Así no nos va a tomar en serio nadie. Y si somos uno de los países más corruptos menos nos van a tener en cuenta.

Somos un país riquísimo por los recursos que disponemos: agua y tierra fértil. Un país eminentemente agrícola, ganadero y forestal. Ojalá el gobierno apoye a los agricultores a producir sus propios alimentos. Ojalá cuide el agua y los bosques. No deforestar en forma masiva para sojales con venenos e insecticidas. Ojalá se cuide la flora y la fauna. La flora tan rica en hierbas ancestrales qué se usan en la medicina natural. Ojalá se cuiden las minas, los minerales y lo que subyace bajo tierra. Si no hubiera tantos robos, este sería la Suiza sudamericana con las calles llenas de flores y sonrisas de niños y jóvenes. El país de las maravillas como se le ocurrió calificar a un político Colorado de la ANR. Que dijo que la mandioca era a G. 300. Pues ahora la mandioca ya llego a 10 mil guaraníes el kilo.

Como “Mi patria soñada” la letra de Carlos Miguel Jiménez, muchos paraguayos soñamos con la nación modelo, donde no haya niños hambrientos ni amos insaciables que usurpan sus bienes. Cuanto tiempo hace que el poeta pilarense escribió esas letras y todas siguen reflejando la realidad de cada día.

Ojalá haya mucha reserva moral entre la savia nueva de la juventud. Ojalá estos días santos pensemos en algún aporte positivo de cada uno que habitamos este hermoso país. Este debiera de ser un paraíso terrenal lleno de naturaleza, felicidad y prosperidad. Ni un enfermo, ni un pobre, ni un ignorante puede estar en un país tan bendecido por Dios como el Paraguay. Claro está, si nuestros gobernantes fueran más honestos y patriotas, este sería el país de las maravillas. Y depende mucho de nosotros en no votar más por los impresentables y sinvergüenzas. Ellos roban el presente y futuro de niños y jóvenes. Tenemos que borrarles de las listas cada vez que nos vamos a votar en las urnas. Organizarnos y salir a las calles. Informarnos y conocer nuestros derechos y obligaciones. Ser ciudadanos responsables.

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