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Las licitaciones son manantiales donde los muchachos recaudan —según el monto de lo licitado— mansiones, estancias, Rolex, camionetas para las modelitos teñidas de rubio que fungen de amantes fieles de los churros.
Un exfuncionario que tuvo un alto rango tiempo atrás me confirmó que en una licitación el ganador debe gatillar para ganar, para que le salgan las órdenes de pago y para que le transfieran el dinero previo descuento del peaje. “Calculá que el 30% de lo licitado es el incentivo de los muchachos”. Si la licitación va direccionada —como se sospecha en el caso del chino de Justo y Alliana—, la tajada crece.
Los supuestos controles dan risa o pena, según cómo se los mire. Recientemente, tuvimos el estrafalario caso de que Contrataciones Públicas suspendió una licitación municipal porque los precios eran muy bajos. Quizá la suspensión se dio porque se iba a repartir poco o nada ¿Será? Averígüelo, Vargas (Poncho Pytã dixit).
Claro que las licitaciones son absolutamente necesarias para las compras del Estado. Pero hoy existen sabios manuales sobre cómo se elaboran bases y condiciones con el fin de que la cosa “rinda”, y bien, para todos. No se termina comprando lo mejor al mejor precio (tal como exige el espíritu de las licitaciones), sino aquello que mejor reparta.
Si somos mayoría, por qué no vamos a apuntar a una mayor tragada. Es el principio de la raterocracia. Se supone que los rateros son ladrones de bagatelas, es decir, de cosas de poco valor. Pero en el Paraguay del Coloradismo Eterno se da el caso de que bagatelas (políticos que no valen nada) roban a gran escala.
Volviendo a 2017, uno se pregunta si el Galaverna de aquel tiempo es el verdadero, el auténtico, el teete, el épico cantor de los gloriosos pynandi. Él, entonces, desde un escenario enrojecido y compartido con Abdo le sacudía a Cartes: “Amparás a ladrones, amparás a chantajistas, amparás a extorsionadores, amparás a perseguidores de ciudadanos colorados”. Bueno, ahora le ampara a él. O cambió Cartes o cambió Galaverna (averígüelo otra vez, Vargas).
Sería bueno saber si aquellos amparados por el presidente Cartes en 2017 son también amparados hoy por el presidente Peña, a quien Galaverna apostrofó en su momento con aquello de “liberal’i arruinado”.
Cambiara o no Galaverna, lo que no cambió es el asunto de las licitaciones. Robad y multiplicaos.
Pronto tendremos Letrina Cero. Veremos si en las licitaciones al respecto los muchachos ponen ¡más patriotismo, che! Aunque para tragar, los cartistas no dejarán pasar ni la materia fecal. ¡Dejate de joder! (Galaverna dixit).
nerifarina@gmail.com