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Nada polariza más hoy al mundo que la tan sola mención a Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos que sacude el tablero geopolítico a punta de aranceles y su “Acuerdo de Mar-A-Lago”.
Por cierto, les recomiendo leer más sobre ello. Ahora mismo que estás leyendo este artículo comienza a regir la tarifa universal de 10% - sin perdón- incluso para sus aliados y entre ellos Paraguay.
Pero como nada más aburrido un domingo que hablar de números estrambóticos, pasemos a otro asunto sin dejar de mencionar a Estados Unidos.
¿En qué lío nos estamos metiendo en un momento en el que la Cancillería Nacional todavía no se recupera del ramalazo que supuso la pasada elección para secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA)?
El retiro mayoritario del apoyo de los latinoamericanos a Paraguay en OEA debilitó la voz paraguaya en los foros multilaterales. Las primeras consecuencias podrían comenzar a aparecer.
El sorpresivo caso de espionaje, admitido por Brasil, generó una crisis diplomática sin precendentes, con el valor agregado de la rapidez con la que desde ambos lados del río Paraná procuraron las autoridades bajarle el tono al asunto. Lo antes posible. Cuando en verdad correspondía -al menos- exigir un enérgico pedido de disculpas a Brasil.
Pero como me afirmó un diplomático recientemente, la Cancillería paraguaya quedó reducida después de lo de la OEA en su mínima expresión: “insignificante” (SIC). A buen entendedor: no estamos en condiciones de pedir nada.
Usaron o no los brasileños el espionaje para frenar a su conveniencia las negociaciones del Anexo C del Tratado de Itaipú es un asunto del que todavía se hablará mucho. Pero en paralelo se abre un escenario con inesperado tercer actor: Estados Unidos. La mención surge a partir de la divulgación del espionaje, según los reportes de colegas brasileños.
La opción de acercarse a Estados Unidos como principal aliado regional puede parecer por de más atractiva, especialmente en términos de apoyo militar y cooperación en inteligencia basados principalmente en los intereses de seguridad y liderazgo geopolítico para los estadounidenses. Entiéndase: Triple Frontera, terrorismo y China.
Sin embargo, esta relación podría conllevar a un alineamiento que no necesariamente responda a los intereses y necesidades genuinos de Paraguay, sino a una coyuntura doméstica y circunstancial que roza la zamalería en busca de respuestas -tal vez- para un sector del partido de gobierno. Un movimiento que de hecho está bajo la lupa de la diplomacia y académicos estadounidenses. Hacía menos 12 grados en Washington cuando hablaron de esto.
En cambio, la relación Brasil-Paraguay no solo es crucial desde el punto de vista económico para los “parceiros” del Mercosur, sino también en materia de seguridad y desarrollo social, además de reconocer que la relación con Brasil también implica estabilidad política de la región.
Todo eso explica de alguna manera por qué Paraguay debe evitar ser indiferente a Brasil más allá de quién ostente el poder, y más aún en un momento en el que nuestro país afronta la toma de decisiones cruciales para maximizar el desarrollo y crecimiento.
En medio del divague diario por las redes sociales leía un posteo que expresaba que en política exterior, los gestos circunstanciales no sustituyen a las estrategias de largo plazo.
Paraguay no puede descuidar la relación priorizando posturas ideológicas o intereses particulares sobre el pragmatismo. Debe replantear su política exterior para así recuperar relevancia en un contexto global ultracompetitivo y desafiante. Pues está claro que la sumisión sin contrapesos no garantiza ganancias.
vivian@abc.com.py