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Es más, estamos mucho más controlados que el funcionariado público; el Gobierno tiene el control total y absoluto de nuestros ingresos, egresos, cuentas bancarias y patrimonio. El año pasado la DNIT me obligó a hacer una rectificación que fraccioné y sigo pagando en cuotas, mientras, los jefes de la hermana y del hijo de la senadora tránsfuga ni siquiera controlan la asistencia al trabajo, ¡e igual les pagamos el sueldo!.
En Paraguay el artículo 26 de la Constitución Nacional es taxativo: “Se garantizan la libre expresión y la libertad de prensa, así como la difusión del pensamiento y de la opinión, sin censura alguna, sin más limitaciones que las dispuestas en esta Constitución; en consecuencia, no se dictará ninguna ley que las imposibilite o las restrinja”.
La senadora cartista tránsfuga anunció su “vendetta” contra la prensa apenas NUEVE días después de una cumbre de poderes donde estuvieron además de titulares de los poderes, el fiscal general y el contralor. Allí nos hicieron el verso del “apoyo irrestricto al sagrado derecho de información y a la libertad de prensa”, a la que el Presidente Santiago Peña describió como “la caja de resonancia de los ciudadanos” y “la vigilancia permanente que la democracia requiere para ser sana y vigorosa” (fuente IP).
Yo la entiendo. La maldita prensa la publicó en octubre del año pasado por supuesto planillerismo años atrás; fue el día cuando desplegó el grotesco dedo del medio a nuestra compañera Fiona Aquino y agregó que “le iba a dar una bofetada y me atajé”. La maldita prensa publicó en noviembre a su hermana que también habría estado planilleando en Archivos del Poder Judicial; la maldita prensa descubrió que su hijo fue posiblemente contratado en concurso amañado en Estadística y Censo, y hoy, la maldita prensa, publica a su hija en Itaipú.
Yo la entiendo. La prensa en Paraguay es una molestia del carajo. Si no fuera por ella, no nos enteraríamos de nada ya que las instituciones están –casi en su totalidad– bastante anestesiadas. ¡Y una ane$te$ia del carajo!