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En uno de sus apuntes, que aparece en el libro “Viajes inéditos de D. Félix de Azara”, describe que en Santiago “La iglesia es inferior, reduciéndose a un galpón o cuadra oscura larga 82 varas sin el presbiterio, ancha 16; pero en cuanto a ornamentos y alhajas es como los demás y el colegio aunque pequeño es por el estilo de los demás”. Las medidas dadas en varas equivalen a unos 68,5 metros de largo y 13,4 metros de ancho.
Antes que Azara, un inventario levantado en 1768 para la corona española describe las riquezas del interior de la iglesia jesuítica de Santiago, sin mencionar las medidas, y destaca que “Hay también cerca del pueblo otra capilla, llamada de San Isidro; tiene como media naranja pintada, su retablito decente…”.
Se cree que la reducción de Santiago fue fundada en 1669, y que el templo comenzó a levantarse por esos años, con adobe, madera y tejas. Por esa época se utilizaba también, por debajo de las tejas, un entramado de tacuaras, barro y paja, que pudo haber sido el caso del templo, aunque no hay descripción histórica. Quedan sí vestigios de esos materiales en las casas de indios que persisten alrededor de la plaza.
Valgan estos datos para ratificar la condición histórica de las últimas ruinas de adobe del antiguo templo de Santiago. Cuando llegué a este pueblo a mediados de 2020, todavía se podían observar unos cinco “muñones” de barro en el sitio, y hoy quedan solo dos. Las fuertes lluvias y otros factores han tirado al suelo a los demás, y a este ritmo los que quedan tienen también los días contados.
En junio de 2022 se prendió una luz de esperanza para preservar y revitalizar las dichas ruinas cuando visitó Santiago el entonces ministro de Cultura, Rubén Capdevila, quien prometió la aplicación de un “Sistema Nacional de Protección del Patrimonio Cultural”. Pero, no pasó nada. Hule por aquí, hule por allá, y los muros de barro siguieron cayéndose.
A principios de este febrero comenzó a correr la voz que el día 7 vendrían a este pueblo el presidente de la República, Santiago Peña, y autoridades de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) para la inauguración de la “Puesta en valor del templo Santiago Apóstol” y lanzamiento del “Programa de Salvaguarda Urgente del Patrimonio Cultural del Paraguay”.
Cuando más de un santiagueño ya estaba pensando seguramente que “esta es la nuestra”, la Dirección de Protocolo de la SNC sacó una circular para anunciar que el acto previsto en Santiago para el 7 de febrero de 2025 “ha sido postergado para una fecha que se definirá oportunamente”.
Lo que no aclaró ese comunicado es que había sido también se iba a reprogramar el lugar del acto, que finalmente tuvo como escenario a la localidad guaireña de San Salvador, el pasado jueves 20 de febrero.
Sus motivos tendrán, y bastante serios, para este cambio, pero más allá de eso, lo lamentable es que los tesoros jesuíticos de adobe del antiguo templo han quedado de nuevo solos en la intemperie, como ocurre desde hace aproximadamente un siglo, cuando comenzó a caerse el templo.
En principio, y según una lista anunciada por la SNC en San Salvador, entre los sitios históricos que serán favorecidos esta vez por el citado programa no aparecen las ruinas de Santiago, y se aclara que recién en 2027 se hará otra nómina.
Si es así, deben saber que es muy improbable que los pequeños muros de adobe resistan hasta ese año.
También hay una casa de indios, igualmente de paredes de adobe, a punto de perderse. Dicha casa es de propiedad municipal, pero para toda restauración se necesita el visto bueno de la SNC.
Otro dato. Antes de caerse la iglesia, a principios del 1900, y según documentos municipales, la comuna de Santiago escribió a un ministro del Gobierno de entonces para pedir auxilio y evitar el derrumbe.
Alegaba que “la Municipalidad ha tenido en vista el estado ruinoso en que se encuentra la iglesia, que abandonada por más tiempo sería inevitable su derrumbe, lo que sería deplorable, por ser un monumento que honra a este departamento, e importaría mucho su conservación por ser un templo histórico, obra de los jesuitas, que una vez destruido no volverá a conseguir este departamento uno que ni siquiera se le aproxime en semejanza…”.
Tal cual. Pasó el siglo XX y vamos consumiendo ya un cuarto del siguiente, y a nadie parece importar tanta urgencia, ayer para preservar todo el templo, hoy por lo menos sus últimos restos.