Cargando...
El caso de Lalo Gómez fue advertido reiteradamente por la prensa brasileña -reproducida por la nuestra- sin ningún efecto en el Parlamento donde reinaba el denunciado. A ninguno de sus colegas del cartismo le importó, y si le importó, se hizo cómplice con su silencio. Y aquí está el resultado: un escándalo que se extiende por medio mundo y que podría, según los entendidos, desanimar a posibles inversores. Es por la inseguridad jurídica.
Lalo Gómez comenzó siendo abdista; luego se pasó al cartismo cuando advirtió que sus “negocios” tendrían mayor amparo político y judicial. Se convirtió en el Padrino desde Pedro Juan Caballero. Acudían a su oficina fiscales, jueces, políticos, con pedido de favores bajo el brazo. Don Lalo cumplía con todos. Igual que Corleone, de la novela, les decía que desearía contar con ellos cuando los necesitara. Y los necesitó. También sus “ahijados” le prestaron servicios.
Los familiares dicen tener una lista -seguramente extensa- de personas a quienes Don Lalo favoreció. Tal vez no la den a conocer por seguridad. Es la mejor arma que tienen ante posible atentado. Muchos querrán quemar tan valioso archivo. No obstante, se debería de conocer qué favores, y a cambio de qué, Don Lalo movía sus influencias en los tres Poderes del Estado. El Judicial fue el más activo por ser el más permeable de los tres. Un solo dato: una jueza de Pedro Juan avisaba a los narcos cuando se proyectaba un allanamiento. El otro dato: fiscales pedían, y conseguían, el sobreseimiento de criminales de la droga.
De este enredo fenomenal saltó con fuerza el nombre del exdiputado cartista, Orlando Arévalo. Ya había ganado la fama con la duda acerca de su título de abogado; luego el uso de combustible pagado por los contribuyentes de Lambaré; su fastuosa residencia; la demanda que le entabló a su constructor para no abonarle -según el mismo constructor- un saldo de 400 millones de guaraníes, hasta llegar al “regalo” que le tenía reservado Don Lalo, que se alzó con más poder muerto que vivo. Hoy domina totalmente la escena política y judicial. Nunca se le tuvo tanto miedo como ahora.
Orlando Arévalo procuró zafarse del problema. Le animó la inacción de los cartistas, pero las pruebas fueron tantas y contundentes y tan unánime el repudio de la opinión pública, que Horacio Cartes no tuvo más remedio que soltarle la mano. Arévalo llegó a ejercer la presidencia del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados desde donde operaba para Don Lalo, según los chats que se conocen.
Pareciera que el cartismo toma decisiones con el solo propósito de burlarse de las instituciones y decir a la opinión pública “hago lo que quiero”. Solo así se entiende que ocupara la titularidad del Jurado Hernán Rivas, con serias dificultades para leer y el único “abogado” que no tuvo profesor ni compañero de estudio. Luego fue puesto en el mismo alto cargo, Orlando Arévalo, también con serias dificultades, pero para escribir.
Leamos solo el primer párrafo de su renuncia, dirigida al titular de Diputados. Dice: “Me dirijo a Usted, a los efectos de presentarle mi renuncia a mi banca como Diputado Nacional, el cual fuera electo atravesando las duras elecciones internas de la Asociación Nacional Republicana -Partido Colorado, y posteriormente electo por 21.293 votos de ciudadanos del Departamento Central, de lo cual voy a estar eternamente orgulloso”. No sabemos si hoy estarán “eternamente orgullosos” los más de 21.000 de sus votantes.
Uno se pregunta ¿puede escribir tan mal alguien que dice ser abogado? Si, puede. ¿Es posible que la ignorancia, la mala fe, la arrogancia, la corrupción pongan en peligro nuestra democracia? Si, es posible.