Edda de los Ríos

El pasado día 2 fue el cumpleaños de Edda de los Ríos. Nació en 1942 y falleció el 11 de julio de 2007. Nació para el escenario, para dominarlo, para enriquecerlo desde la actuación y la escritura. Con la misma solvencia interpretaba la comedia o el drama. Con igual intensidad emocionaba o hacía reír.

Cargando...

Heredó de su padre y de sus tíos el talento, el trabajo y el respeto al público. El apellido de los Ríos está indisolublemente adherido a lo mejor del teatro paraguayo. Edda le agregó un peldaño más.

La recuerdo en su papel de Ana Frank. Eran los tiempos en que el público del Teatro Municipal miraba de reojo las obras de arte. Tal vez como hoy. Las primeras funciones se movían con pereza, con exasperante lentitud. El elenco de Héctor de los Ríos se consolaba de la casi indiferencia del público con la certeza de la calidad de su producto. Después de unos días, cuando se creyó que iba a repetirse la historia de desamparo de otros espectáculos similares, corrió la versión de que una actriz, casi niña, llenaba el teatro de emoción y de arte; de reflexión sobre la naturaleza humana y de la inmensidad de una tragedia familiar, que era la tragedia de la humanidad.

La sala del teatro comenzó a poblarse. El aplauso caía hasta del “paraíso” o “gallinero”, sitio nunca utilizado, o pocas veces, para obras como “El diario de Ana Frank”. Pero duró poco lo que parecía un milagro. La breve temporada había concluido. Las autoridades del Municipal impidieron que continuara “El diario de Ana Frank” por un compromiso político que exigía ceder el teatro a un elenco que agonizaba sin público en otra sala. Héctor de los Ríos se enojó para siempre.

La compañía de don Héctor siguió trabajando en otros sitios con la misma dación generosa de prender en el público el gusto por el buen teatro. O sencillamente por el teatro. Y junto con él, su hija que iba afirmándose con creaciones de un raro valor artístico.

Su ductilidad le permitía pasar del drama a la comedia, de la comedia al drama. Cuando se puso a escribir -algo parecido a una comedia de costumbre- llevaba al escenario el retrato exacto del momento nacional. Más que retrato, caricaturas. Detrás de la deformación de la realidad, que causaba la hilaridad del público, aleteaba el rigor de una reflexión, el dolor de una realidad más honda. No era pesimismo, pues buscaba elevar el país con el cambio de las costumbres políticas y sociales.

Tuve el privilegio de que actuara en dos de mis obras: “Elisa”, basada en la compañera del mariscal López; y “Nuestros años grises”, que procuró retratar los años del stronismo en dos únicos personajes: el de Edda y el de Alvarito Ayala, con la dirección del uruguayo Marcelino Dufau. Este hecho, y varios otros proyectos artísticos y culturales, me permitieron conocerla, respetarla, admirarla y quererla necesariamente.

No podría olvidar su sueño de “La farándula” que terminó en pesadilla. Obtuvo del Ferrocarril el permiso para una sala de teatro en los altos del viejo edificio. Por los espectáculos que presentaba, pronto el sitio se puso de moda hasta que en su escenario actuó el Grupo Aty Ñe’e con la obra “Mascarada en río revuelto”, adaptación de una obra clásica inglesa hecha por Tony Carmona y el autor de este comentario. El tema y los personajes no gustaron a la policía cultural de la dictadura que arremetió con ferocidad contra la obra desde el diario “Patria” y “La voz del coloradismo”. Al poco tiempo, las autoridades del Ferrocarril clausuraron el espacio.

En “Kuñá rekové”, otra de las grandes creaciones de Edda, se reflejan las preocupaciones sociales que la llevaron a expresarse en otras actividades como el periodismo y la política. En todas ellas puso su talento, su honradez y su dinamismo de siempre.

Habrá dejado un montón de proyectos, pues nunca vivió sin ellos. Le brotaban a raudales minuto a minuto. Para realizarlos cumplidamente hubiera necesitado más de una vida. Con la que tuvo, hizo lo suficiente para honrar al país.

alcibiades@abc.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...