EE.UU. y los Acuerdos de París ¡Más de lo mismo!

EE. UU. ha sido un actor clave en la creación de numerosos acuerdos internacionales que buscan abordar desafíos globales como el cambio climático, los derechos humanos, la protección de las víctimas de la guerra y la no proliferación de armas nucleares. Sin embargo, a lo largo de la historia, el país ha mostrado una notable tendencia a no ratificar o incluso retirarse de tratados internacionales que comprometían ciertos aspectos de su soberanía, seguridad o políticas internas.

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Por ello, no debe ser un motivo de desconcierto o sorpresa la salida de los Acuerdos de París que ha firmado el presidente Trump; no hizo nada que en el pasado no se haya hecho. Aparte de ya tener claro que esa sería la decisión en su segundo mandato, los EE. UU. tiene una trayectoria de desentendimiento a lo que no sea parte de los intereses de ciertos grupos económicos. Así, la defensa de los derechos humanos, la libertad y la defensa de la dignidad humana solo son parte del discurso si no reivindica ganancias o petróleo barato.

Este fenómeno, de abandonar o promover y no firmar o ratificar tratados, trasciende varias administraciones presidenciales, reflejando una tensión entre el liderazgo global y sus prioridades nacionales. Repasemos los tratados que ejemplifican lo mencionado:

1. Convenio sobre la Circulación Vial de Ginebra (1949)

El Convenio sobre la Circulación Vial de Ginebra fue adoptado con el objetivo de establecer normas internacionales uniformes sobre la circulación de vehículos y mejorar la seguridad vial global. A pesar de que EE. UU. participó activamente en la creación del tratado, bajo la presidencia de Harry S. Truman (Demócrata), el país decidió no ratificarlo. La razón principal dada fue la preocupación sobre la falta de uniformidad con las leyes nacionales de tráfico y la interferencia con la autonomía de sus normativas viales.

Este tratado, aunque promovido por EE. UU., no fue ratificado, lo que permitió a EE. UU. mantener el control total sobre sus regulaciones viales sin verse obligado a adaptarlas a un marco internacional, pero con ello, también, consiguió regular variantes en las especificaciones de vehículos en aras de ejercer proteccionismo sobre su industria automotriz.

2. Convenios de Ginebra sobre Derecho Internacional Humanitario (1949)

Los Convenios de Ginebra son la piedra angular del Derecho Internacional Humanitario, protegiendo a las víctimas de la guerra, incluidas personas heridas, prisioneros y civiles. EE. UU., bajo la presidencia de Dwight D. Eisenhower (Republicano), que fue un firme impulsor de estos tratados. Sin embargo, aunque ratificó los convenios en 1955, se abstuvo de ratificar el Protocolo I de 1977, que ampliaba las protecciones en conflictos armados internacionales.

La razón esgrimida de esta omisión fue la preocupación de que el protocolo podría limitar la flexibilidad de las operaciones militares de EE. UU., especialmente en conflictos asimétricos. Esta decisión, si bien no afecto la ratificación de los convenios iniciales, ha tenido implicaciones en la aplicación de ciertas disposiciones durante las intervenciones militares de EE. UU. O sea, como ejemplos, con ello pudieron realizar el bombardeo de Bengasi en 1984 o la destrucción total de Irak, con la excusa de la lucha por la libertad.

3. Pacto de San José de Costa Rica - Convención Americana sobre Derechos Humanos (1969)

Bajo la presidencia de Lyndon B. Johnson (Demócrata), EE. UU. mostró un fuerte apoyo a la creación de un sistema regional de derechos humanos en América Latina, lo que resultó en la creación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Sin embargo, aunque los EE. UU. firmó el tratado en 1977, nunca lo ratificó. El principal obstáculo fue la preocupación sobre la jurisdicción vinculante de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, lo que podría haber comprometido la soberanía judicial de EE. UU.

Al no ratificarlo, EE. UU. evitó que las decisiones de la corte Interamericana influyeran directamente en su sistema legal, lo que le permitió mantener el control absoluto sobre la interpretación de los derechos humanos en su territorio, como también ejercer la tortura en la prisión de Guantánamo, territorio ocupado en la isla de Cuba.

4. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1982)

Durante la presidencia de Ronald Reagan (Republicano), EE. UU. jugó un papel activo en las negociaciones del Tratado sobre el Derecho del Mar. Este tratado, que regula la utilización y explotación de los océanos, fue diseñado para promover una gestión global de los recursos marinos. Sin embargo, EE. UU. decidió no ratificarlo debido, según argumentaron, a preocupaciones sobre la libertad de navegación y el régimen para la explotación de los recursos marinos que no se alineaba con sus intereses estratégicos.

Al no firmar el tratado, EE. UU. conservó su derecho a operar sin restricciones en aguas internacionales y mantener su hegemonía en la explotación de recursos marítimos, lo que resultó en fricciones con otros países que favorecían un sistema de control más estricto. Esto es los que hoy permite se proponga destruir el fondo marino mediante la minería en el lecho del mar.

5. Tratado sobre la Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (1996)

El Tratado sobre la Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares fue promovido por EE. UU. durante la administración de Bill Clinton (Demócrata), quien firmó el tratado en 1996. Sin embargo, el Senado de EE. UU. no ratificó el acuerdo en 1999. La razón principal de la fata de ratificación fue la preocupación sobre la verificación efectiva del cumplimiento del tratado y las implicaciones que tendría para la seguridad nacional de los EE. UU., especialmente en cuanto a mantener una ventaja tecnológica en armas nucleares.

La negativa a ratificar el tratado dejó a EE. UU. fuera de un esfuerzo global para poner fin a los ensayos nucleares, mientras que el país continuó manteniendo y modernizando su arsenal nuclear en términos de Seguridad y competitividad tecnológica. Esta competitividad tecnológica que comparte y vende a Israel, para ser un país con ojivas nucleares gracias a EE. UU. y de esa forma siga su ocupación ilegal y sistemática en Cisjordania y la limpieza étnica en Gaza y poder desestabilizar la región a efectos que EE. UU. mantenga una intervención indirecta.

6. Convención sobre los Derechos del Niño (1989)

EE. UU. fue uno de los países que participó activamente en la creación de la Convención sobre los Derechos del Niño bajo la presidencia de George H. W. Bush (Republicano). Aunque firmo el tratado en 1995, el Senado no ratificó el acuerdo, citando preocupaciones sobre la interferencia con las leyes nacionales. Especialmente en lo que respecta a los derechos de los padres sobre la crianza de sus hijos.

Este rechazo ha significado que, a pesar de ser uno de los principales países promotores de los derechos humanos, EE. UU no esté obligado por el tratado a implementar las políticas internacionales de protección infantil, una decisión que lo distingue de la mayoría de los países de mundo.

7. Protocolo de Kioto (1997)

Uno de los casos más notorios fue la retirada de EE. UU. del Protocolo de Kioto en 2001, durante la presidencia de George W. Bush (Republicano). Este protocolo, diseñado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar el cambio climático, fue firmado por EE. UU. en 1997, pero nunca ratificado debido a las preocupaciones sobre su impacto económico. La administración Bush argumentó que el protocolo imponía cargas económicas a las economías desarrolladas sin exigir lo mismo de los países en desarrollo, como China e India.

La salida de EE. UU. del acuerdo fue un golpe significativo a los esfuerzos globales para combatir el cambio climático, ya que EE. UU. es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero. La decisión generó fricciones diplomáticas y afecto la credibilidad de EE. UU. en negociaciones climáticas internacionales. ¿Por qué sorprenderse de la posición actual de Trump?

8. Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006)

La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, adoptada en 2006, fue impulsada por EE. UU., que jugó un papel clave en su redacción. No obstante, bajo la presidencia de Barack Obama (Demócrata), el Senado no ratificó el tratado en 2012, a pesar de que fue firmado en 2009. Las razones para no ratificarlo fueron preocupaciones sobre la soberanía nacional y el control sobre las leyes que afectan a las personas con discapacidades, especialmente en áreas como la educación y la accesibilidad.

La falta de ratificación ha impedido que EE. UU se comprometa formalmente a las obligaciones internacionales para mejora la inclusión y accesibilidad de las personas con discapacidades, a pesar de que sigue siendo un referente en políticas de accesibilidad interna.

9. Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares (2017)

En 2017, el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, que buscaba la eliminación total de las armas nucleares, fue aprobado por la ONU. Sin embargo, EE. UU., bajo la presidencia de Donald Trump (Republicano), no solo se abstuvo de firmarlo, sino que se unió a otros países con arsenales nucleares para rechazar el tratado. La razón principal fue la creencia de que las armas nucleares siguen siendo esenciales para la defensa y la seguridad Nacional, y que el tratado socavaría los compromisos del Tratado de No Proliferación Nuclear.

Esta postura afirmó el enfoque de EE. UU. de priorizar su seguridad nacional sobre los esfuerzos globales por eliminar armas nucleares, manteniendo su posición como una potencia nuclear mundial.

Conclusión:

A lo largo de las décadas, EE. UU. ha adoptado una postura que solo reporta a los intereses de su conglomerado económico y armamentístico. Si bien el país ha sido un actor clave en la creación de acuerdo globales, las decisiones de no ratificar o retirarse de tratados en diferentes administraciones revela que no son un socio fiable, sino un socio necesario (por seguir siendo el hegemon global), además, de tratar en todo momento de controlar el globo según sus intereses y bienestar por sobre la naturaleza o la raza humana.

La salida de los Acuerdo de Paris es solo una muestra más de que los EE. UU. no guarda una altura moral mayor que otros países del globo como muchos se empeña en mostrar.

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