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Se nota en las redes sociales, en los comentarios de la calle y de los medios. Los mismos cartistas lo perciben. Eso explica las reacciones intempestivas de algunos ante las críticas, incluyendo al mismo Presidente de la República.
Decía el senador colorado Mario Varela en una entrevista el pasado fin de semana que el 2025 debe ser el año de consolidación y de logros de la administración de Peña.
Tal como va manejándose el mandatario, hay posibilidades de que sea el año de la decepción y el hastío de la gente.
Una de las cosas que comienza a hartar de Peña es su afán de llenarse de calificativos favorables en cualquier entrevista que le hagan o en sus posteos, definiéndose como trabajador, honesto y preocupado por el bienestar del país. La continua repetición de autoelogios mueve más bien a la desconfianza y las dudas.
La cuestión de sus viajes para “promocionar” el país, sin resultados evidentes hasta ahora, ya cansa, porque el mandatario repite siempre las mismas cosas: que se reunió con empresarios e inversores con los que habló de las bondades del Paraguay, su estabilidad macroeconómica, su energía limpia, su baja carga impositiva, su “ubicación estratégica” etc., etc.
¿Corresponde a la investidura de un presidente andar en esos menesteres? ¿No es más bien tarea del canciller, de embajadores, del ministro de Industria y Comercio o de los mismos empresarios paraguayos? ¿Por qué se publicitan estas reuniones como si fueran logros en sí mismas?
Otro tema que fastidia es que el Presidente se enoja cuando se lo cuestiona y evita responder a las críticas, atacando a los medios y a quienes le hacen las preguntas. Aparentemente desconoce que como persona pública, está expuesto al escrutinio mediático y popular, como les pasa a todos los presidentes del mundo democrático.
¿Por qué dijo, recientemente, que él no responde a ningún grupo económico si surgió de uno de ellos y hasta poco antes de ser candidato fue empleado con buen sueldo en ese mismo grupo (incluso se porta como si lo fuera aún)?
¿Cómo es que dice que vino a transformar y a innovar en política si incurre en las mismas prácticas de siempre, repartiendo cargos y dinero entre seccionaleros y favoreciendo con depósitos de dinero público o contratos del Estado a empresas a las que él o sus amigos están vinculados.
¿Por qué se enoja y pretende ocultar su crecimiento económico, sus bienes y la vida privilegiada que tiene, cuestiones todas que están a la vista de cualquiera?
En vez de sulfurarse y descalificar, debería dar las explicaciones que está obligado a dar, por ser funcionario público.
Ahora, si no le gustan las condiciones de su cargo, lo que puede hacer es dejárselo a otro. A esta altura está claro que para su grupo político él es solo una ficha a la que se puede sacar del tablero sin que eso constituya un inconveniente para quien realmente maneja el poder.