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Este mundo posmoderno, en cierta medida, es capcioso, pues ofrece incontables superficialidades, con una apariencia de ser, supuestamente, “interesante”, y si la persona no tiene un propósito claro, termina embaucada y desaprovecha mil oportunidades en el camino.
Además, recordemos que la dispersión mental lleva a perder tiempo y crecimiento, y como se dice: “Time is money”.
Una vez más Jesucristo nos ilumina y nos da un excelente ejemplo.
En primer lugar, Él se abrió a la luz del Espíritu Santo, y su motivación profunda era hacer la voluntad del Padre, que es mucho más creativa e inteligente que nosotros. Su finalidad era transparente: realizar la redención y sanación de la humanidad, a través de su entrega incondicional.
El Evangelio afirma que un sábado Él se fue a la sinagoga de Nazaret, y se levantó para hacer la lectura. Le tocó el profeta Isaías que decía: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor”.
Vemos que su proyecto consta de tres partes fundamentales. Después de ser ungido por el Espíritu, declara que debe llevar la Buena Noticia a los pobres. El Evangelio es la mejor noticia que podemos escuchar, pues habla de vida, victoria y felicidad, aunque para lograrlo, prácticamente, siempre hay algún trecho de cruz. Los “pobres” son aquellos que no se consideran autosuficientes por tener salud, plata y poder, sino que reconocen que deben respetar la enseñanza de Cristo.
Su segundo objetivo es anunciar la liberación a los cautivos, ciegos y oprimidos. Estas tres clases abarcan un montón de situaciones y de personas: los cautivos en la cárcel, en las drogas, en la gula, en la pereza, en la internet y otros.
Los ciegos son otro grupo inmenso, pues hay quien no ve con los ojos de la cara, otros no ven con los ojos del corazón y del cerebro. Infelizmente, el mundo tiene mucho más ciegos que sencillamente los no videntes.
Finalmente, proclamar una vez más que Dios no niega su gracia a quien le busca de modo humilde y sincero. Este es también el programa de todo cristiano.
Paz y bien