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Puede que sea, como suele decirse, un globo sonda. O quizás el “líder”, el expresidente Horacio Cartes, quiera cortar de raíz cualquier especulación y conspiración en ciernes de ambiciosos que sueñan con la “bendición”, dejando en claro, varios años antes de las próximas elecciones, quién será su futuro delfín.
La seriedad del lanzamiento de tal candidatura tan a destiempo está garantizada por el hecho de que partió del mismo presidente de la República, Santiago Peña, quien no se hubiera atrevido a mencionar algo así sin el visto bueno del jefe del movimiento Honor Colorado. Además, otras oportunidades en las que públicamente algún dirigente notorio habló del tema (la última vez, hace menos de una semana, lo hizo el senador Javier Zacarías Irún en Ciudad del Este) estaba presente Horacio Cartes, presidente del Partido Colorado, quien no salió a negar la veracidad de tal proyecto político.
Mirando bien la cosa, podemos concluir que Alliana reúne algunos requisitos que, para Cartes, evidentemente son importantes. El más determinante es el de la lealtad a toda prueba.
Igual que Santiago Peña, el actual vicepresidente de la República le debe absolutamente al expresidente Cartes haber llegado hasta donde llegó en su carrera política. Era un ignoto diputado cuando en 2016 el entonces mandatario decidió que sería el candidato y luego electo presidente de la ANR. Posteriormente, gracias a su cercanía y lealtad con el líder de Honor Colorado, fue presidente de la Cámara de Diputados por cuatro periodos y, por eso también después fue candidato y electo vicepresidente de la República. Muchos señalan además que le debe algo más que su carrera política, pues fue Cartes quien lo ayudó cuando tuvo un delicado problema de salud.
El otro lado de la cuestión es que lanzar una candidatura con tanta anticipación deja en un evidente segundo plano al actual mandatario, Santiago Peña, como si ya estuviera en retirada. Además, en la práctica, expone al futuro candidato al foco de la opinión pública y al consiguiente desgaste de su figura a partir de ahora mismo.
Al inicio del gobierno, el cartismo pretendió “vender” a Alliana como el “gran operador político” con el Congreso. Inclusive antes, pretendieron presentarlo como un gran administrador durante su paso por la presidencia de la Cámara Baja, donde se movía a sus anchas porque tenía la bendición de Cartes y una cómoda mayoría que obedecía las órdenes del líder.
Se ve, sin lugar a dudas, que Alliana, pese a su juventud, es y será un líder a la vieja usanza colorada: reparte cargos y salarios a operadores políticos, correligionarios, amigos y familiares (comenzando por su propia hija), sin tener en cuenta su formación y estudios y, lo más importante, mantiene una lealtad perruna hacia el jefe.
Aún pasará mucha agua bajo el puente antes del 2028, pero, al final, será el electorado quien dirá si quiere más de lo mismo o si surge algún proyecto político que le resulta más atrayente.