Machismo, salud mental y autocrítica

Epifania Raquel Sanabria fue asesinada por su marido al ser descubierta en un aparente acto de infidelidad. La noticia, como la mayoría de los sucesos de este tipo, acaparó tiempo de aire y obtuvo infinitas reproducciones, generando un sinnúmero de comentarios que justificaban el asesinato porque la mujer “se lo buscó”, centrando el debate en la moralidad de la muerta y obviando totalmente el hecho de que el autor fuera un agente de la Policía.

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El hecho ya casi ni asombra; quizá porque este tipo de casos son cada vez más frecuentes o quizá también por el tipo de abordaje que eligen los medios de comunicación. Un asesinato por infidelidad es más atractivo para el morbo que analizar el nulo autocontrol de parte de alguien, que por su oficio, está armado todo el día.

En 2020 la responsable del Departamento de Selección y Admisión de la Policía Nacional confirmaba que al menos la mitad de los policías que solicitaban su ascenso cada año presentaban indicadores de depresión, ira u otros trastornos, de acuerdo al test psicológico al que eran sometidos.

María Mabel Estigarribia fue la primera víctima de feminicidio en 2019; su asesino fue el suboficial Fredy Ramón Cabrera, quien tras el hecho, se suicidó. También ese año mataron a Doricel Marecos, una docente de San Juan Bautista, Misiones, quien murió a manos de su pareja, el suboficial inspector Héver Gómez; éste también eligió autoeliminarse.

En abril de 2023 el suboficial ayudante Luis Rivas, de solo 21 años, fue condenado a 30 años de cárcel al comprobarse que fue el responsable de la muerte de su novia Luz Verónica Alderete Morel, de 18 años de edad. En marzo de este año, el suboficial Fredy David Salinas asesinaba a su concubina, Zaira Montserrat Franco. El suceso ocurrió en presencia de la pequeña hija de ambos.

Me tomo el tiempo de nombrarlas -tal vez obviando a muchas- porque estamos demasiado acostumbrados a los números fríos que recogen las estadísticas y que nos terminan pasando por un costado sin interpelarnos; sin empujarnos a mirar más allá del hecho y su impacto inmediato, quedándonos con lo banal, sin ahondar en la gravedad que implica que la seguridad ciudadana dependa de personas sin autocontrol.

Está claro que la institución policial afronta graves falencias que van más allá de la corrupción de la que hablamos prácticamente todos los días. La salud mental de los agentes es un tema que no puede esperar y si bien existen evaluaciones periódicas, éstas están siendo insuficientes. Y es también tarea de los medios de comunicación visibilizar la problemática desde una arista que nos lleve a la reflexión y no solo nos empuje a pasar página para leer la siguiente noticia.

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