Aunque les pese, los buenos somos más

Radiante, la novia ingresaba a la iglesia del brazo del padre, ambos conteniendo apenas las lágrimas. Recorriendo el pasillo hasta llegar al frente del altar, resultaba un placer ver a la joven tan feliz y segura ante este paso en la vida. Momentos después, el novio recibiendo a su -ya casi- esposa, dio un abrazo al suegro a la par de asentir ante las indicaciones de aquél.

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Quienes tuvimos el privilegio de asistir a esta boda, fuimos testigos pudiendo apreciar cómo se llevaba a cabo parte de un plan perfecto. A ver, lejos de toda candidez y sin ninguna intención de pisar el palito del romanticismo o incluso la cursilería, aquello fue como un milagro. Porque cuando una pareja asume este compromiso con convicción, el núcleo de la sociedad se fortalece, y parecería que, por un momento, todos los astros se alinean.

No la tenemos fácil, ninguno de nosotros. Al decir de algún filósofo “para ser totalmente feliz hay que ser tonto o necio”. El resto, lidiamos con cientos de problemas, ocupándonos de algunos y preocupándonos demás por otros. Muy disciplinados, por cierto: Podemos viajar o desentendernos por algunos días, hasta permitirnos mirar hacia otro lado. Pero al volver, allí están esperándonos sin faltar ni uno solo.

La semana pasada fue bastante rara para los paraguayos. Ocurrió entre otras cosas que, un ex presidente llamado a silencio hace más de un año volvió a la arena política en un momento en que las papas parecerían empezar a quemar para él. En una súperestrategia, sube al escenario justamente cuando explotó otra bomba que tenía a la alicaída y poco crítica opinión pública atenta hacia otros temas. Según sus expresiones, estuvo cavilando sobre la situación del país y cómo colaborar. Es decir, ni muerto ni de parranda.

Una semana complicada, en la que en circunstancias muy extrañas renunció la colaboradora más cercana al titular del ejecutivo, dándose lugar a innumerables conjeturas y hasta juicios de valor. Lo más llamativo del caso, por llamarlo de algún modo, fue su nombramiento apenas días después como asesora del presidente ante un organismo financiero internacional. Los lagrimones derramados al renunciar perdieron de pronto credibilidad, como también su supuesta preocupación por la familia a la que estaba dedicando poco tiempo.

Una semana cortada al medio por una fecha patria, en la que el titular de la comuna asuncena no apareció en la foto oficial del Palacio de López, porque parecería que nadie quiere posar a su lado. El amor es tan corto como largo el olvido, y al igual que su principal administrador, el importe de los bonos emitidos por la municipalidad no sale en ninguna imagen, por lo menos nítida.

En medio de mentiras montadas sobre verdades -que son las mejores mentiras de todas- mientras unos se ufanan de mejorar la recaudación en concepto de impuestos a las importaciones, otros no terminan de denostar en contra del titular del órgano rector y responsable directo de estas acciones. Un peloteo interminable, que no esconde más que un juego eterno por intereses en pugna.

No terminan los políticos, maestros de la elocuencia, de perfeccionarse en el arte de la mentira hasta convertirla en una habilidad casi admirable. No mienten estos muchachos, solamente “ajustan la verdad” a su conveniencia, adaptando las palabras al rompecabezas que convenga. Poetas del discurso vacío y del adorno insustancial, donde las promesas vociferadas antes se convierten pronto en “compromisos pendientes”, y las verdades medio incómodas, en “puntos de vista alternativos”. Y seguimos presos de esta minoría.

La semana pasada fue como muchas otras: Ya parecemos medio masoquistas, esperando la próxima mentira para reírnos, burlarnos o resignarnos. En realidad: aquí los dignos de burla somos nosotros. Escuchando discursos parecidos a un festival de danzas mentirosas, con bailarines muy feos y muy mal preparados, y un público zonzo que paga una fortuna por sufrir semejante espectáculo.

Por eso precisamos dar bocanadas de aire puro de cuando en cuando, por eso necesitamos, sin caer en el error de ser románticos, no perder la capacidad de seguir creyendo en el romanticismo. Y de la mano de éste, del amor por el Paraguay, la honestidad, la palabra empeñada, el valor del estudio como objetivo superior y la vergüenza, esa señora que parece que anda como perdida desde hace un par de décadas.

En un escenario en el que los buenos han sido relegados a los puestos secundarios y la mentira, esa vieja, conocida y prostituida actriz tiene el papel estelar, es bueno y nos fortalece como sociedad sentir que el fuego sagrado de lo que está bien sigue encendido y ardiendo con fuerza, y que de tanto en tanto lance incluso llamaradas de alerta que atraigan nuestra atención.

El sábado a la tarde, cuando esa joven pareja de profesionales decidió unirse en matrimonio con todo el compromiso que esto conlleva, el Paraguay se afianzó un poco más en sus creencias profundas y el mal perdió terreno. Porque les guste o no, y a pesar de toda la interferencia que existe, los buenos somos más.

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