Quién pondrá el límite ante tantos atropellos

Cuando el entonces candidato presidencial Santiago Peña decía el 3 de abril del año pasado que los cargos en la administración pública no se obtienen por méritos académicos sino por ser afiliado al Partido Colorado, muchos quisieron creer que solo era un discurso electoral y que, una vez en el poder, tendrían en cuenta a los mejores y no a cualquier mediocre por el mero hecho de ser de su sector político.

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Fue la misma expectativa que tenían algunos cuando se mencionaba la excesiva dependencia que tendría Peña, si ganaba las elecciones, dado que le debía su candidatura exclusivamente a la decisión del expresidente Horacio Cartes. “Una vez que tenga ‘la lapicera’ será otra cosa, el poder te da autonomía”, decían muchos. No es así.

Teniendo en cuenta lo que viene sucediendo, nadie que le haya dado su voto puede pretextar sorpresa y menos aún decir que está decepcionado o indignado. Quienes están ahora al frente del Gobierno dijeron lo que harían en caso de ganar el poder y lo están cumpliendo.

Tal vez quienes no votaron a favor de los que nos gobiernan puedan sí decir que están sorprendidos por la desfachatez y la falta de escrúpulos morales que están exhibiendo.

La reacción que tienen altas autoridades de este Gobierno y sus aliados cuando son pillados en hechos de deshonestidad o de total falta de ética no es la de pedir disculpas y enmendar su conducta. Al contrario. No solamente justifican sus fechorías, sino que se indignan por el hecho de que se les haya señalado sus malas acciones.

El caso emblemático es, nada menos, que el del vicepresidente de la República, Pedro Alliana, cuya hija fue nombrada para un cargo directivo en la Cámara de Diputados, con un sueldo muy superior al que perciben profesionales especializados, pese a que la misma no tenía ningún título universitario o de educación superior que ameritase.

En el mismo sentido, las medidas adoptadas por el actual presidente del Senado, Basilio Bachi Núñez, colorado cartista, nombrando a dirigentes de su partido en cargos de dirección, reemplazando a personas calificadas que ganaron su lugar pasando por un concurso público de oposición, es otra muestra cabal del manejo en este gobierno.

Como el vicepresidente Alliana y el senador Núñez, hay otras autoridades que hacen lo mismo. A algunos se los descubre y se los expone en los medios. Otros “se salvan”, pero todo indica que es una práctica generalizada de los representantes de esta administración.

¿Cuál es la reacción de la ciudadanía ante esta realidad sobre la cual nadie puede decir que desconoce?

Aparentemente, estos no son los tiempos de las manifestaciones de indignados, ni siquiera la de los escraches.

Si uno mira en las redes sociales, se nota mucha rabia, indignación, críticas despiadadas y ofensivas, mezcladas con las de los partidarios y favorecidos por el gobierno que justifican, se burlan e insultan a quienes critican.

Es evidente que a quienes están ahora en el poder no les mueven un pelo las críticas y que, a lo sumo, cuando arrecian, procuran hacer lo mínimo que haga falta para simular que les importa algo la moral y la decencia.

Lo único que quieren es mantener el statu quo en el que están cómodos y del que no saldremos mientras una mayoría de la gente no decida que hasta acá llegaron y que ya “ovaléma”.

mcaceres@abc.com.py

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