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Es fácil imaginarse que José Antonio disfrutó de sus recuerdos mientras escribía. Entonces no solo comparte sus historias, también el placer de darlas a conocer con gracia, con ternura y nostalgia muchas veces. La memoria es muy selectiva, revela el carácter de la persona. Hay quien escribe solo para vengarse de agravios padecidos; otros, para evocar momentos que le dibujaron una sonrisa,
Es bueno compartir lo vivido. En el ámbito artístico y cultural -donde José Antonio se luce- suceden muchas cosas dignas de ser conocidas. Si no se las relata, quedarían como si nunca hubieran sucedido. Y suceden a montones, a diario. El primer ejemplo que me asalta es “Ruego y camino”, del recordado Agustín Barboza. Un libro pleno de anécdotas que nos llevan del asombro a la reflexión; del regocijo a la admiración. Gracias a ese libro nos enteramos, por dar un ejemplo, que la danza de la botella nació de un accidente. La bailarina que tenia que danzar “Galopera”, al salir al escenario se le cayó el cantarito y se hizo trizas. Como estaba entre artistas, encontró una botella y la usó con tanta destreza que fue largamente ovacionada. Nació la danza de la botella que hundió al cántaro de las galoperas.
Mauricio Cardozo Ocampo nos dejó “Mis bodas de oro con el folclore paraguayo”. En este libro nos acerca a sus obras, a personajes, a sucesos que se hubieran perdido para siempre de no mediar su decisión de hacerlos conocer.
También Alberto de Luque en “Arribeño y andariego” nos relata sus memorias que nos llevan desde el inicio de su carrera en el bar Ideal, del Teatro Municipal, hasta su consagración internacional. Nos da a conocer lugares atractivos y personajes con los que se codeó. Fue una vida exitosa amasada con esfuerzo, disciplina y perseverancia.
No cabe olvidar a José Asunción Flores, cuyas “memorias” acaba de presentarse en la feria del libro de Buenos Aires. Es un libro imprescindible para conocer la verdadera historia del nacimiento de la guarania que se intentó tergiversar con insistencia.
Naturalmente, hay otros libros escritos en primera persona o por biógrafos que nos dan la rica historia de quienes contribuyeron con la cultura y el arte nacionales.
Hoy tenemos “Propias y prestadas” que incluyen 125 anécdotas que se las lee -o por lo menos yo las leí- como cuentos breves que nos despiertan la urgencia de leer los siguientes. Se entiende que así sea porque su autor vivió muchas vertientes. No se si la principal para él, pero el público lo recuerda y aplaude como integrante, durante 45 años, del legendario grupo musical “Sembrador”, abanderado del Nuevo Cancionero que reunió a algunos de los mejores artistas para decirnos que también la música es un formidable vehículo de protesta contra la dictadura y todo lo que emana de ella: injusticia, prepotencia, atropello a los derechos humanos, etc.
Como es de suponer, José Antonio le dedica sus mejores recuerdos a su hermano, Maneco. Al memorar la casa donde vive, expresa: “En ella se gestaron una gran cantidad de canciones que convirtieron a su autor en una muy importante cifra dentro de nuestro cancionero popular”. Entre esas canciones recuerda el nacimiento de “Despertar” que en la voz de Mercedes Sosa se eleva más aún.
“Propias y prestadas” reafirma la importancia de rescatar del olvido, o de la pérdida para siempre que es lo mismo, sucesos y personas que tejieron nuestra rica cultura.