Cargando...
Fue profunda e intensamente vivida la acción política de los fundadores, en esa época oscura de nuestra historia, al servicio de la libertad, el bien común y la justicia social, en pos de ideales que para mí y muchos otros siguen siendo aún sueños sin realizar. No sería justo olvidar el testimonio de conducta ciudadana, desinterés material y valor personal de varones y mujeres, preclaros héroes civiles, como Jorge H. Escobar, Hermógenes Rojas Silva, Jerónimo Irala Burgos, Luis Alfonso Resk, José María Bonin, Alfredo Ayala Haedo, Rodolfo Romero, y muchos más.
El aporte más importante del PDC es en la cultura política y social del país. La ideología dominante desde 1870 era el individualismo liberal; el marxismo tenía escasa recepción en la clase dominante. En la convención fundadora, todos los participantes teníamos profunda y sólida formación doctrinaria social cristiana, adquirida en la Acción Católica, la Juventud Obrera Cristiana y el Movimiento de Renovación Universitaria. En ese momento de la “guerra fría” entre la Unión Soviética marxista leninista y el Occidente liberal capitalista, se consolidó en las élites de Europa Occidental y América Latina un movimiento cultural que promovía el humanismo personalista, inspirado en los principios y valores de la doctrina social de las iglesias cristianas. Al concluir la II Guerra Mundial en 1945, aparecieron organizaciones sociales y partidos políticos que invocaban la ideología social cristiana en Alemania Occidental, Francia, Italia, Bélgica y Holanda, donde en alianza con partidos tradicionales, ganaban las elecciones parlamentarias constituyendo gobiernos populares reformistas, en competencia con socialistas y comunistas financiados por la Unión Soviética, mientras el apoyo norteamericano era para las organizaciones políticas y sindicales democráticas anticomunistas. Esa misma situación se extendió a los países latinoamericanos, especialmente luego de que Fidel Castro se hizo del poder en Cuba en 1959. Estados Unidos promovió, financió y apoyó a dictadores militares anticomunistas, entre ellos a Stroessner. La Fundación Konrad Adenauer de Alemania Federal apoyaba a las organizaciones sindicales y políticas social cristianas de la región, financiando cursos de capacitación, seminarios, congresos nacionales e internacionales, y publicaciones; también a las universidades católicas de las Américas.
En ese contexto apareció el PDC como organización política aconfesional, sin vínculos con la jerarquía católica; su principal objetivo fue la reforma de la mentalidad retrógrada de la población y de las estructuras del Estado, fundado en el respeto a la dignidad de la persona humana y a un orden de valores y principios democráticos humanistas, concediendo especial relevancia al pluralismo cultural, social e institucional. La Declaración de Principios de 1960 expresa: Los partidos, como órganos libres de expresión y de organización de los ciudadanos deben ser democráticos, interna y externamente, y de orientación social. Debe ser un factor de progreso del país, por la mutua colaboración para solucionar los grandes problemas nacionales. Deben buscar no el bien de grupos particulares, por mayoritarios que sean, sino el bien común. Los partidos políticos, aunque no estén en función de gobierno –y con mayor razón si lo están– han de iluminar los diferentes aspectos de cada problema que el Estado debe tener en cuenta en su acción… Los partidos políticos no deben jamás identificarse con el Estado”.
Mediante la ingente labor de concientización cívica de docentes universitarios y secundarios socialcristianos, se explica que la Convención Nacional Constituyente que se promulgó y sancionó el 20 de junio de 1992, haya incorporado en su contenido paradigmas, principios y valores notoriamente demócratas cristianos, como son: “Estado social y democrático de derecho”, “Democracia participativa y pluralista”, “Reconocimiento y respeto de la dignidad humana”; “Derecho a la vida inherente a la persona humana garantizado desde su concepción”; “Derecho a habitar en un ambiente saludable y ecológicamente equilibrado”; “Desarrollo humano integral”, “Las relaciones del Estado con la iglesia Católica se basan en la independencia, cooperación y economía”; “La intimidad personal y familiar, así como el respeto a la vida privada, son inviolables”, “Se reconoce la objeción de conciencia por razones éticas o religiosas”; “Economía social de mercado”, “La familia es el fundamento de la sociedad”, “La unión en matrimonio del hombre y la mujer es uno de los componentes fundamentales en la formación de la familia”; “La maternidad y la paternidad responsables serán protegidas por el Estado”; “Políticas para evitar la violencia en la familia”; “Son fines de la educación el pleno desarrollo de la personalidad humana, la promoción de la libertad y la paz, la justicia social, la solidaridad, la cooperación de los pueblos, el respeto a los derechos humanos y a los principios democráticos”; “Se reconoce el protagonismo de la Iglesia Católica en la formación histórica y cultural”; “La estabilidad laboral”; “La seguridad social”; “La función social de la propiedad”; “Fomento del cooperativismo”; “Reforma agraria y desarrollo rural”, entre otros que siguen siendo utopía en Paraguay.